Los problemas diarios, los cambios inesperados y en general las situaciones que vivimos y sobre todo la forma cómo lo experimentamos, condicionan nuestra forma de ver el mundo, trayendo como consecuencia pensamientos negativos frecuentes, también conocido como rumiación.
La rumiación descontrolada nos lleva a experimentar emociones negativas y a su vez condiciona las interacciones que tenemos a diario con nuestros seres queridos, compañeros de trabajo, amigos y desconocidos.
Además, los pensamientos negativos nos hacen imaginar las más terribles situaciones que muchas veces, y por fortuna, no suceden.
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