"De qué tienes miedo?" El hombre le preguntó a su corazón. El corazón no respondió.
"No hay nadie por aquí que pueda hacerte daño, yo te protegeré. He desarrollado mi fortaleza, soy un guerrero ahora, no tienes nada que temer.” Aún así, el corazón no respondió.
"Dime, corazón. Fue nuestro padre? ¿Fueron nuestros hermanos? ¿Fue una de nuestras amantes? Nada de eso importa ya, soy un hombre hecho y derecho, nadie puede hacernos nada." El corazón se mantuvo callado... cerrado.
El hombre se sintió frustrado. "Corazón, eres un cobarde. Quizá estés defectuoso. Tal vez simplemente no tengo un corazón que funcione correctamente. No es de extrañar que no puedo sentir amor." El corazón se cerró herméticamente.
Durante meses él deambuló, cayendo cada vez más en la desesperación sobre su corazón defectuoso. Hasta que un día el hombre quedó muy tranquilo. Lo suficientemente tranquilo que pensó que podía casi oír un susurro proveniente de su corazón. Preguntó con toda la compasión de que él era capaz, "Corazón, ¿De qué tienes miedo?"
El corazón susurró a su vez: "De ti. Tengo miedo de ti."
El hombre lloró.
Él había protegido su corazón de todo el mundo menos de la única persona que podía dañarlo más—del tirano dentro de sí.

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