La primera conquista que debemos hacer para el Señor es nuestro corazón. Alguna vez te has preguntado ¿Qué quiere el Señor de ti?, si no lo has hecho antes, incluye esta pregunta en tus peticiones, porque un corazón sano atrae la bendición completa del Señor sobre todas las áreas de nuestra vida. Cuando la palabra de Dios habla del fruto del Espíritu se está refiriendo al fruto de un corazón que está rendido al Espíritu Santo. Antes de una gran multiplicación hay una circuncisión de Dios en nuestro corazón, esto quiere decir que implica una herida que nos hace libres.
Antes, estábamos sin Dios y sin esperanza en el mundo pero ahora estamos bajo pacto; aunque podamos ver y sentir asedio y opresión en el sistema por todo lo adverso a Dios, nosotros lo que debemos hacer es provocar nuestra libertad a través de un clamor ferviente ante el Trono de Dios.
No des cabida en tu corazón el pensar que Dios se ha olvidado de nosotros, pues no es así; el problema es que aun estando bajo pacto queremos vivir bajo nuestras viejas costumbres y es allí donde debemos clamar al Señor y decirle que opere y circuncide nuestro corazón, y te preguntarás ¿De qué me tiene que circuncidar el Señor?, hay que circuncidarlo de la falta de perdón, del orgullo, de la conmiseración, de la baja autoestima, debilidad ante las circunstancias, quejas, malicia, entre otros aspectos más. Todo lo adverso a Dios hay que sacarlo de nuestro corazón, porque lo que a Cristo no lo pudo vencer a nosotros tampoco nos podrá vencer.
El Poder que levantó a Jesús de los muertos está en ti ¡Créelo! Porque si no limpias tu corazón la bendición de Dios no podrá posarte en tu vida como Él lo quisiera. Él te quiere libre, bendecido, próspero y sano. Deja que el Señor te opere el corazón para que eso no sea piedra de tropiezo en tu avance, y así le estarán honrando a Él.

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