Se nos va de ojo que cuando un mentiroso es descubierto, pierde toda dignidad y la confianza de quiénes creían en él, ante la evidencia de que su amistad era interesada y falaz.

Al ser descubierto confirma las dudas sobre la veracidad de su trayectoria e imagen porque forman parte esencial del engaño para ocultar su egoísmo. El ansia por destacar, por el poder o por el dinero que obtiene aprovechándose de los demás, le hace olvidar cualquier consideración moral o ética, si es que tuvo alguna, y le lleva a rebajar los controles sobre las mentiras que esparce en la creencia absurda de que nunca será descubierto, olvidando que las mentiras siempre salen a la luz.

Especialmente lacerante es para la sociedad cuando el mentiroso es un personaje público, que pierde con justicia toda dignidad y se convierte en un paria de la vida. Por eso es necesario y saludable socialmente descubrir siempre a los mentirosos. ¡Que no se te vaya de ojo!

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