Se nos va de ojo la moda obsesiva de fotografiar o grabar todo lo que nos resulta significativo, que condiciona el disfrute del momento para dejarlo archivado.

Así la vivido queda reducido a un almacén de imágenes, despojadas de las emociones que despierta la contemplación de aquello que nos extasía, que no saboreamos preocupados porque la imagen recoja todos los aspectos del acontecimiento, siempre reducido a lo que abarca el objetivo de la cámara.

Lo que nos emociona hay que vivirlo en el momento, y no postergarlo para recuperarlo en una imagen que olvidamos con el tiempo, y que siempre será un pálido reflejo de las sensaciones ambientales, visuales, olfativas y táctiles vividas en el momento que, si nos han dejado una huella emocional, siempre podremos recuperar buceando en la memoria. ¡Que no se te vaya de ojo!

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