Escuchar "SATURNO & EL DON DE LA MELANCOLÍA: UNA RE-VISIÓN (3a Parte)"
Síntesis del Episodio
“El movimiento ascendente en nosotros es vano, y peor que vano, si no proviene de un movimiento descendente”. "No podemos ascender, solo podemos caer”. Increíble pero es cuando caemos que se produce la ascensión. Pero cuando ascendemos, no ascendemos, nos inflamos como pavos.
Así Simone Weil afirma:
"Que la luz eterna de" –la luz eterna no es la luz del exterior, no es la luz del sol de allá afuera, no es la luz del brillo social, no es la luz de las promesas. En absoluto. Es el sol de medianoche de los místicos, es la aurora boreal de ese polo que no está en ningún clima terrenal, esa es la luz eterna. Toda otra luz es luz temporal, provisional: luz de un día que luego se vuelve noche. No, esta luz eterna está más allá del ciclo día-noche. Simone Weil dice así: "Que la luz eterna dé, no una razón para vivir y trabajar, sino una plenitud que haga superflua la búsqueda de estas razones". Ya no hay aquí necesidad de imaginar razones para vivir, sino la plenitud que es, simplemente, "de gratis", sin "razón de ser". Es, entonces, la gracia.
Así podemos advertir que usualmente buscamos razones para ocultar la vaciedad y las insatisfacciones; si no, uno necesita razones: "hago esto por esto, por eso y por aquello". Todo eso es porque no es nada; si fuera "real", y por tanto "pleno", no necesitaría razones.
Hemos hecho así nuestro homenaje a Simone Weil, que ofrece así una de las perspectivas más profundas sobre la temática del exilio, de lo ilusorio, de lo temporal, de la carencia, el límite y la gravedad; y ciertamente también de la gracia, la plenitud, la eternidad que aparecen en cuanto no se compensa "imaginariamente" la carencia. Una maravillosa "vuelta de tuerca" de la temática Saturnina: el limite y lo ilimitado, el vacío y la plenitud, el tiempo y la eternidad. La unión de todos estos contrarios que la literalidad tiende a separar y a desmembrar, sin aprehender su mutual convocatoria.
Así Simone Weil afirma:
"Que la luz eterna de" –la luz eterna no es la luz del exterior, no es la luz del sol de allá afuera, no es la luz del brillo social, no es la luz de las promesas. En absoluto. Es el sol de medianoche de los místicos, es la aurora boreal de ese polo que no está en ningún clima terrenal, esa es la luz eterna. Toda otra luz es luz temporal, provisional: luz de un día que luego se vuelve noche. No, esta luz eterna está más allá del ciclo día-noche. Simone Weil dice así: "Que la luz eterna dé, no una razón para vivir y trabajar, sino una plenitud que haga superflua la búsqueda de estas razones". Ya no hay aquí necesidad de imaginar razones para vivir, sino la plenitud que es, simplemente, "de gratis", sin "razón de ser". Es, entonces, la gracia.
Así podemos advertir que usualmente buscamos razones para ocultar la vaciedad y las insatisfacciones; si no, uno necesita razones: "hago esto por esto, por eso y por aquello". Todo eso es porque no es nada; si fuera "real", y por tanto "pleno", no necesitaría razones.
Hemos hecho así nuestro homenaje a Simone Weil, que ofrece así una de las perspectivas más profundas sobre la temática del exilio, de lo ilusorio, de lo temporal, de la carencia, el límite y la gravedad; y ciertamente también de la gracia, la plenitud, la eternidad que aparecen en cuanto no se compensa "imaginariamente" la carencia. Una maravillosa "vuelta de tuerca" de la temática Saturnina: el limite y lo ilimitado, el vacío y la plenitud, el tiempo y la eternidad. La unión de todos estos contrarios que la literalidad tiende a separar y a desmembrar, sin aprehender su mutual convocatoria.