Leer esta carta me hace pensar un poco en el libro Lo que no tiene nombre de Piedad Bonett. Cada pérdida, cada despedida, cada no encuentro en la mesa. Todo lo que implica, todo lo que carga y lo que no suelta. Alejandra nos comparte fragmentos de su hermano Daro, una carta que encarna lo que no se consigue decir, pero que con fuerza se sostiene. Esta carta estuvo en la bandeja de recibidos durante 4 años. Siempre que la comenzaba a leer me volvía lluvia, pospuse su lectura mucho tiempo. Ahora está acá. Gracias, Alejandra.

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