Escuchar "Señor y Dios nuestro, tú mereces recibir la gloria, el honor y el poder."
Síntesis del Episodio
Dentro de la rica simbología que nos ofrece este texto, centremos sólo nuestra atención en la visión de los veinticuatro ancianos. En este pasaje vemos a Dios al centro de la Iglesia Universal, de todo el Pueblo de Dios representado por los veinticuatro ancianos (doce patriarcas del Antiguo Testamento y los doce apóstoles del Nuevo Testamento), el cual es el ÚNICO que merece el poder, la honra y la gloria.
Los ancianos se despojan de sus coronas (símbolo del poder y la autoridad) y se postran (símbolo de sumisión e inferioridad total) delante de Él. Esta escena nos presenta de manera simbólica, no una realidad que sucederá en el cielo, sino algo que debe ser realidad toda nuestra vida: "Delante de Dios, no hay poderes, ni gobernantes, ni privilegios; él es el ÚNICO Dios, y si alguna gloria, honor o alabanza hemos recibido (corona), es necesario ponerla siempre a los pies del Señor". Es, por tanto, un llamado a la humildad y a poner delante de él todo lo que somos y todo lo que tenemos, a centrar nuestra atención en el ÚNICO Señor de todo cuanto existe.
Te invito a que en un momento de oración y adoración profunda pongas delante del Señor "tu corona". Que dejes de ser ese pequeño "reyecillo" que busca tener poder y gloria (en tu casa, en tu centro de trabajo o de estudio, en tu barrio o en tu sociedad) y que reconozcas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como el ÚNICO Dios de tu vida.
Los ancianos se despojan de sus coronas (símbolo del poder y la autoridad) y se postran (símbolo de sumisión e inferioridad total) delante de Él. Esta escena nos presenta de manera simbólica, no una realidad que sucederá en el cielo, sino algo que debe ser realidad toda nuestra vida: "Delante de Dios, no hay poderes, ni gobernantes, ni privilegios; él es el ÚNICO Dios, y si alguna gloria, honor o alabanza hemos recibido (corona), es necesario ponerla siempre a los pies del Señor". Es, por tanto, un llamado a la humildad y a poner delante de él todo lo que somos y todo lo que tenemos, a centrar nuestra atención en el ÚNICO Señor de todo cuanto existe.
Te invito a que en un momento de oración y adoración profunda pongas delante del Señor "tu corona". Que dejes de ser ese pequeño "reyecillo" que busca tener poder y gloria (en tu casa, en tu centro de trabajo o de estudio, en tu barrio o en tu sociedad) y que reconozcas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como el ÚNICO Dios de tu vida.
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