La izquierda exhibe una alarmante doble moral al condenar con vehemencia la situación de los palestinos mientras ignora sistemáticamente la persecución brutal que sufren los cristianos en numerosos países. Se movilizan con pancartas y discursos cuando conviene a su relato, pero callan ante decapitaciones, ataques a iglesias o mujeres cristianas violadas por motivos religiosos. Esta hipocresía revela que su defensa de los derechos humanos no es sincera, sino selectiva y oportunista. Su silencio ante el sufrimiento cristiano no es casual: responde a una agenda ideológica que antepone el discurso político a la verdad y la justicia universal. Una vergüenza moral.

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