La izquierda muestra una alarmante doble moral respecto a la inmigración ilegal. Mientras se disfraza de solidaria, impone un discurso que premia la ilegalidad y castiga a quien exige orden y legalidad. Ignora el impacto real en barrios humildes, el colapso de servicios y el aumento de la inseguridad. Justifica todo en nombre del “humanitarismo”, mientras calla ante mafias, violencia y explotación. Usa la inmigración como arma ideológica y electoral, sin preocuparse por la integración ni la convivencia. Su política no protege a nadie, solo alimenta el caos. La inmigración debe ser legal y controlada, no un instrumento de propaganda.

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