Escuchar "Mensaje de Navidad de P. Dariusz Chalupczynski "
Síntesis del Episodio
“No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos; porque hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Cristo el Señor.” (Lc 2, 10-11)
Hoy Dios viene también a ti y a mí con una gran noticia: a nosotros, a la comunidad de la Iglesia, a la familia de la Iglesia en Cuba, a todos nosotros. Hoy, como en aquel día del nacimiento de Jesus, todo el mundo vive en la noche de la miseria, de la desesperación, del miedo, de la pobreza, del temor del mañana. Nosotros, sin embargo, nos paramos alrededor del altar de Cristo para despertarnos hoy del letargo espiritual, de la indiferencia, y ponernos a los pies del Niño de Dios.
La Navidad es una celebración del amor de Dios por el hombre. Hoy, día de Navidad, resuenan con fuerza las palabras de San Juan Apóstol: «Tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
El amor eterno de Dios por el hombre, lo ha hecho, que Él mismo, Dios, “se hizo hombre” - uno de nosotros. Su amor está en las fuentes de su Natividad de la Virgen María en Belén. El Amor de Dios encarnado está en las fuentes de nuestro bautismo, de nuestra participación en la vida de la Iglesia, de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestra oración.
Tan a menudo el viento contrario de nuestras dificultades de la vida cotidiana, sopla en nuestros ojos. Tantas veces el destino nos pone obstáculos, lanza troncos de la problemas cotidianas. Y por eso nos quejamos de la vida, nos quejamos de nuestras familias, del mundo mal organizado, como nos parece. Nos dejamos llevar por el miedo, la ira, la agresión, el desaliento, la depresión. ¿Por qué? Porque nos olvidamos del Amor de Dios que cuida nuestras vidas. Observamos y contemplamos lo que nos duele, nos hace dano, nos humilla, nos mata espiritualmente. Pero no es toda la verdad sobre nuestra vida.
Solo él, el Amor de Dios encarnado, puede abrirnos los ojos para ver la dimensión más profunda de la vida. La vida tiene sentido, es buena y bella a pesar de todos los sufrimientos, debilidades, heridas, humillaciones, a pesar de la culpa que nos acarrean nuestros pecados. Gracias a este Amor podemos aceptar con serenidad de espíritu todas las adversidades de la vida, las injusticias del destino, los daños humanos. Es El, el Amor del Recién Nacido en Belén, quien puede inspirar nuestra lucha contra nuestras debilidades, contra nuestras adversidades.
Señor Jesús, Divino Niño que naces esta noche en el pobre Belén, hoy me arrodillo ante Ti con humildad y sencillez de corazón, me arrodillo ante Ti con gran esperanza, me arrodillo con lágrimas de dolor cotidiano y de alegría que brota de la esperanza, y te doy gracias por Tu Gran Amor, por haberte hecho hombre para mí.
Te abro mi corazón y te invito a que vivas en él y te quedes aquí para siempre. Abro mi corazón a la otra persona, a mi hermano pobre, abandonado, enfermo, en la que vienes a mí. Amén
Hoy Dios viene también a ti y a mí con una gran noticia: a nosotros, a la comunidad de la Iglesia, a la familia de la Iglesia en Cuba, a todos nosotros. Hoy, como en aquel día del nacimiento de Jesus, todo el mundo vive en la noche de la miseria, de la desesperación, del miedo, de la pobreza, del temor del mañana. Nosotros, sin embargo, nos paramos alrededor del altar de Cristo para despertarnos hoy del letargo espiritual, de la indiferencia, y ponernos a los pies del Niño de Dios.
La Navidad es una celebración del amor de Dios por el hombre. Hoy, día de Navidad, resuenan con fuerza las palabras de San Juan Apóstol: «Tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no muera, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
El amor eterno de Dios por el hombre, lo ha hecho, que Él mismo, Dios, “se hizo hombre” - uno de nosotros. Su amor está en las fuentes de su Natividad de la Virgen María en Belén. El Amor de Dios encarnado está en las fuentes de nuestro bautismo, de nuestra participación en la vida de la Iglesia, de nuestra fe, de nuestra esperanza, de nuestra oración.
Tan a menudo el viento contrario de nuestras dificultades de la vida cotidiana, sopla en nuestros ojos. Tantas veces el destino nos pone obstáculos, lanza troncos de la problemas cotidianas. Y por eso nos quejamos de la vida, nos quejamos de nuestras familias, del mundo mal organizado, como nos parece. Nos dejamos llevar por el miedo, la ira, la agresión, el desaliento, la depresión. ¿Por qué? Porque nos olvidamos del Amor de Dios que cuida nuestras vidas. Observamos y contemplamos lo que nos duele, nos hace dano, nos humilla, nos mata espiritualmente. Pero no es toda la verdad sobre nuestra vida.
Solo él, el Amor de Dios encarnado, puede abrirnos los ojos para ver la dimensión más profunda de la vida. La vida tiene sentido, es buena y bella a pesar de todos los sufrimientos, debilidades, heridas, humillaciones, a pesar de la culpa que nos acarrean nuestros pecados. Gracias a este Amor podemos aceptar con serenidad de espíritu todas las adversidades de la vida, las injusticias del destino, los daños humanos. Es El, el Amor del Recién Nacido en Belén, quien puede inspirar nuestra lucha contra nuestras debilidades, contra nuestras adversidades.
Señor Jesús, Divino Niño que naces esta noche en el pobre Belén, hoy me arrodillo ante Ti con humildad y sencillez de corazón, me arrodillo ante Ti con gran esperanza, me arrodillo con lágrimas de dolor cotidiano y de alegría que brota de la esperanza, y te doy gracias por Tu Gran Amor, por haberte hecho hombre para mí.
Te abro mi corazón y te invito a que vivas en él y te quedes aquí para siempre. Abro mi corazón a la otra persona, a mi hermano pobre, abandonado, enfermo, en la que vienes a mí. Amén
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