Mariano Arrate era el capitán perfecto, un defensor espléndido, pero también un jugador de enorme nobleza. Muchas fueron las muestras que dio de ello a lo largo de una carrera brillante, y una de ellas fue la que le llevó en 1924 a tirar un penalti fuera a propósito, sencillamente porque no se había producido la infracción. Eso, impensable hoy en día, era algo que se podía hacer cuando Arrate jugaba. Aquel día lo hizo ante un Racing de Santander que jugó dos amistosos seguidos contra la Real Sociedad, dejando una muy grata impresión entre el público de Atotxa.

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