Hubo un sacerdote jesuita muy famoso en su época que estuvo trabajando en Roma por la aprobación de Mies. Se llamaba padre Betancourt, que murió, y ya no pudo conti-nuar su labor con nosotros. Pues el padre Betancourt me dijo una vez de parte del Papa, cuando vivíamos en la calle Már-moles, que, aunque la obra de Misioneros de la Esperanza tuviera como única finalidad vivir y extender la devoción a María, ya tenía un puesto muy importante en la Iglesia. Creo que está claro. O sea que al Papa le encantaba la idea de que la obra de Misioneros de la Esperanza se dedicara a los Jóvenes y a los niños marginados, pero, aunque no tuviéramos esa finalidad, si solamente los Misioneros de la Esperanza nos dedicáramos a vivir intensamente la devoción a María y a extender su devoción, ya era una obra muy importante para la Iglesia.

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