Con la identidad de Dios y con el Espíritu Santo en tu vida, tu fuiste lo que eras antes. Ahora tu presente y tu eternidad caminan conforme a los preceptos de Dios.
Dios te pide cosas tan humildes y sencillas como la humildad y la honestidad. Cuando tú obedeces a Papá tú eres iluminado y lleno de paciencia para continuar.
En tu travesía, Dios siempre está en el punto más débil de tu personalidad. Contéstale a Dios que reconoces tus debilidades y que quieres cambiar.
No permitas que el enemigo viva en tus mentiras, orgullo y todo aquello que enrarece tu relación con el Padre.
Si tú conoces a Dios, tú vives como a Él le gusta. Su palabra forja tu vida.
Nunca hables mal de persona alguna; antes bien, habla algo poderoso de ti hacia esa persona.
Dios te habla: Yo te doy todo lo que tú necesitas para que me des lo que yo quiero de ti.
Dios te da en sobreabundancia para que tu le ofrezcas lo que es agradable a Él.
Tu nombre y tu identidad ahora han cambiado. Ahora tú te llamas hijo de Dios.

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