La vida está llena de incertidumbres, desafíos y momentos donde el ser humano siente que el suelo se mueve bajo sus pies. En esos instantes, la tentación más grande es confiar en nuestras propias fuerzas, en los recursos que poseemos o en la sabiduría de este mundo. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que nuestra seguridad no proviene de nosotros mismos, sino únicamente de Dios. Proverbios 3:5-6 nos exhorta: “Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”

Confiar en Dios significa descansar plenamente en su soberanía, aun cuando no comprendemos sus planes. Abraham es un ejemplo de esta fe: salió de su tierra sin saber a dónde iba, porque creyó en la promesa de Dios. Nosotros, como hijos de Dios, debemos aprender a caminar sin ver, sabiendo que nuestro Padre celestial nunca falla, aunque el camino parezca incierto. Su fidelidad ha sido probada a lo largo de la historia y siempre será el ancla de nuestra esperanza.

El problema de muchos creyentes hoy en día es que confían en Dios solo cuando todo marcha bien, pero cuando llega la prueba, buscan otras salidas. Olvidamos que la fe verdadera se prueba en la adversidad. Daniel, en el foso de los leones, no buscó escapatoria humana; él confió en el Dios que salva. Del mismo modo, debemos decidir cada día si vivimos confiando en las promesas del Señor o en las promesas vacías del mundo.

Finalmente, confiar en Dios es también descansar en su amor. Jesús nos recordó en Mateo 6 que no debemos afanarnos por el mañana, porque nuestro Padre cuida aun de las aves y de los lirios del campo. Si Él cuida de la creación, cuánto más cuidará de nosotros. Así que hoy, hermano y hermana, deja a un lado la ansiedad, entrega tu carga al Señor y declara con fe: “Mi vida está en las manos de Dios, y en Él confío plenamente”

Ver todos los episodios