Escuchar "Una buena actitud"
Síntesis del Episodio
Tener una buena actitud ante la vida y ante Dios es el reflejo de un corazón rendido. Cuando nos entregamos completamente al Señor, nuestra manera de ver las cosas, cambia. Ya no reaccionamos desde el enojo o la frustración, sino desde la fe y la confianza. Una buena actitud no significa ignorar los problemas, sino enfrentarlos con la seguridad de que Dios está al control. El creyente que se ha rendido a Dios aprende a mantener su gozo incluso en medio de la prueba, porque sabe que todo obra para bien.
En la Biblia vemos grandes ejemplos de hombres y mujeres que mantuvieron una buena actitud frente a la adversidad. José, vendido por sus hermanos, no permitió que el resentimiento lo dominara, sino que mantuvo una actitud de perdón y esperanza, y Dios lo levantó como gobernador de Egipto. Daniel, aun sabiendo que sería lanzado al foso de los leones, siguió orando con un corazón firme y confiado. Ambos entendieron que su fuerza no estaba en las circunstancias, sino en su rendición y fidelidad a Dios.
Una buena actitud nace de una mente renovada por el Espíritu Santo. Cuando dejamos que Dios gobierne nuestros pensamientos, Él nos enseña a ver con ojos espirituales. Filipenses 2:5 nos dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Jesús tuvo la mejor actitud: obediente, humilde y confiada en todo momento. Si queremos vivir como Él, debemos aprender a responder con amor, paciencia y fe, incluso cuando la vida no sale como esperamos.
Así como la rendición nos acerca al corazón de Dios, una buena actitud demuestra que realmente confiamos en Él. Ambas van de la mano: quien se rinde, confía; y quien confía, mantiene una actitud correcta. Hoy el Señor nos invita a mirar las dificultades con esperanza, a sonreír en medio del proceso y a recordar que cada situación es una oportunidad para reflejar a Cristo. Una buena actitud no cambia a Dios, pero sí nos transforma a nosotros y nos prepara para recibir sus mayores bendiciones.
En la Biblia vemos grandes ejemplos de hombres y mujeres que mantuvieron una buena actitud frente a la adversidad. José, vendido por sus hermanos, no permitió que el resentimiento lo dominara, sino que mantuvo una actitud de perdón y esperanza, y Dios lo levantó como gobernador de Egipto. Daniel, aun sabiendo que sería lanzado al foso de los leones, siguió orando con un corazón firme y confiado. Ambos entendieron que su fuerza no estaba en las circunstancias, sino en su rendición y fidelidad a Dios.
Una buena actitud nace de una mente renovada por el Espíritu Santo. Cuando dejamos que Dios gobierne nuestros pensamientos, Él nos enseña a ver con ojos espirituales. Filipenses 2:5 nos dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Jesús tuvo la mejor actitud: obediente, humilde y confiada en todo momento. Si queremos vivir como Él, debemos aprender a responder con amor, paciencia y fe, incluso cuando la vida no sale como esperamos.
Así como la rendición nos acerca al corazón de Dios, una buena actitud demuestra que realmente confiamos en Él. Ambas van de la mano: quien se rinde, confía; y quien confía, mantiene una actitud correcta. Hoy el Señor nos invita a mirar las dificultades con esperanza, a sonreír en medio del proceso y a recordar que cada situación es una oportunidad para reflejar a Cristo. Una buena actitud no cambia a Dios, pero sí nos transforma a nosotros y nos prepara para recibir sus mayores bendiciones.
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