Escuchar "La humanidad viene con bomba de relojería"
Síntesis del Episodio
https://pablozamit.com/?p=282
Cada vez que nos recordamos que la naturaleza es sabia, esta contesta: no sabes cuánto…
El ser humano, cuando intenta procurarse algún conocimiento sobre el mundo, se enfrenta antes que nada a la tentación de permitirse ser guiado por su perspectiva y sus deseos. En momentos precarios de civilización, este error puede condenar fácilmente al infractor y, por extensión, a su grupo.
Pero cuando suficiente capital social es acumulado, se ofrece una alternativa: lapidarlo escogiendo interpretaciones que nos complazcan. Si las consecuencias de nuestro error serán asumidas por otros y además esas ideas nos consiguen la aprobación de los demás, el trato es demasiado jugoso.
Así, creamos mundos exclusivamente humanos, donde somos la medida de todas las cosas. Esta existencia solipsista está facilitada por el crecimiento de las ciudades, donde es casi imposible fijar la vista en algún objeto que no esté hecho a medida del hombre.
En lugar de asumir que formamos parte de un sistema en el que jugamos un papel determinado de acuerdo a unas reglas, preferimos la versión humanista o antropocéntrica, donde se niega que algún orden pueda imponer norma alguna al individuo, sea social, divino o natural.
Pero a la realidad no le importan nuestros deseos. La naturaleza ha marcado a sus criaturas para recordarnos nuestro lugar.
En 1969, John B. Calhoun diseñó un experimentó con ratones que pretendía eliminar las grandes amenazas presentes en condiciones naturales. Construyó una jaula con surtidores y espacios adecuados para los nidos de crías, un Estado del Bienestar para roedores.
Cada vez que nos recordamos que la naturaleza es sabia, esta contesta: no sabes cuánto…
El ser humano, cuando intenta procurarse algún conocimiento sobre el mundo, se enfrenta antes que nada a la tentación de permitirse ser guiado por su perspectiva y sus deseos. En momentos precarios de civilización, este error puede condenar fácilmente al infractor y, por extensión, a su grupo.
Pero cuando suficiente capital social es acumulado, se ofrece una alternativa: lapidarlo escogiendo interpretaciones que nos complazcan. Si las consecuencias de nuestro error serán asumidas por otros y además esas ideas nos consiguen la aprobación de los demás, el trato es demasiado jugoso.
Así, creamos mundos exclusivamente humanos, donde somos la medida de todas las cosas. Esta existencia solipsista está facilitada por el crecimiento de las ciudades, donde es casi imposible fijar la vista en algún objeto que no esté hecho a medida del hombre.
En lugar de asumir que formamos parte de un sistema en el que jugamos un papel determinado de acuerdo a unas reglas, preferimos la versión humanista o antropocéntrica, donde se niega que algún orden pueda imponer norma alguna al individuo, sea social, divino o natural.
Pero a la realidad no le importan nuestros deseos. La naturaleza ha marcado a sus criaturas para recordarnos nuestro lugar.
En 1969, John B. Calhoun diseñó un experimentó con ratones que pretendía eliminar las grandes amenazas presentes en condiciones naturales. Construyó una jaula con surtidores y espacios adecuados para los nidos de crías, un Estado del Bienestar para roedores.
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