Escuchar "HERMANO LOBO"
Síntesis del Episodio
Hermano lobo
Un día el lobo se dio cuenta de que los hombres lo creían malo.
– Es horrible lo que piensan y escriben – exclamó.
– No todos – dijo un ermitaño desde la entrada de su cueva, y le contó la historia se San Francisco con el lobo de Gubbio. El animal estuvo triste un momento, quiso comprender.
– ¿Dónde está ese santo?
– En el cielo.
– ¿En el cielo hay lobos?
El ermitaño no pudo contestar.
– ¿Y tú qué haces? – preguntó el lobo intrigado por la figura delgada y los andrajos del ermitaño en su duro aislamiento. El ermitaño explicó todo lo que el lobo deseaba.
– Y cuando mueras, ¿irás al cielo? – preguntó el lobo conmovido, alegre de ir entendiendo el bien y el mal.
– Hago por merecer el cielo – dijo apaciblemente el ermitaño.
– Si fueras mártir, ¿irías al cielo?
– En el cielo están todos los mártires.
El lobo se le quedó mirando, húmedos los ojos, casi humanos. Recordó entonces sus mandíbulas, sus garras, sus colmillos poderosos, y de unos saltos devoró al ermitaño. Al terminar, se tendió en la entrada de la cueva, miró al cielo limpiamente y se sintió bueno por primera vez.
Manuel Mejía Vallejo (cuentos breves latinoamericanos)
Un día el lobo se dio cuenta de que los hombres lo creían malo.
– Es horrible lo que piensan y escriben – exclamó.
– No todos – dijo un ermitaño desde la entrada de su cueva, y le contó la historia se San Francisco con el lobo de Gubbio. El animal estuvo triste un momento, quiso comprender.
– ¿Dónde está ese santo?
– En el cielo.
– ¿En el cielo hay lobos?
El ermitaño no pudo contestar.
– ¿Y tú qué haces? – preguntó el lobo intrigado por la figura delgada y los andrajos del ermitaño en su duro aislamiento. El ermitaño explicó todo lo que el lobo deseaba.
– Y cuando mueras, ¿irás al cielo? – preguntó el lobo conmovido, alegre de ir entendiendo el bien y el mal.
– Hago por merecer el cielo – dijo apaciblemente el ermitaño.
– Si fueras mártir, ¿irías al cielo?
– En el cielo están todos los mártires.
El lobo se le quedó mirando, húmedos los ojos, casi humanos. Recordó entonces sus mandíbulas, sus garras, sus colmillos poderosos, y de unos saltos devoró al ermitaño. Al terminar, se tendió en la entrada de la cueva, miró al cielo limpiamente y se sintió bueno por primera vez.
Manuel Mejía Vallejo (cuentos breves latinoamericanos)
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