Viernes, 7 de junio de 2024

07/06/2024 4 min
Viernes, 7 de junio de 2024

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Síntesis del Episodio

Jn 19, 31-37 • Le traspasó el costado, y salió sangre y agua.

En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Prepara­ción, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los solda­dos, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebra­rán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»



Expiró, y un terremoto parece haber partido la tierra por la mitad.
O quizás soy yo, que mi mundo se ha hecho pedazos este viernes a las 3 de la tarde.
Abrazo a María que, desgarrada, apenas puede mantenerse en pie. Me la has dado, Maestro, para que la cuide como Tú lo harías.

Tu cuerpo ahora cae a lo largo de la cruz.
Te he visto tantas veces desbordando vida, sanando en cada encuentro...
A veces con palabras, otras con gestos...
Había cuando te acercabas, tocabas, querías tener una cercanía palpable con el otro...
Y a veces solo una mirada era suficiente para darle vida, esa vida de la que siempre nos andabas hablando.

La vida que habita en tu corazón. Que habitaba.
En ese corazón donde reposé mi cabeza apenas anoche y oía tu vida palpitar.
Quiero tomar una escalera y subir a la cruz, y pegar de nuevo mi oído a tu pecho y rezar porque escuche de nuevo su palpitar.
Bum, bum, Dios viviente.

Todo ha cambiado, te han arrebatado de nuestro lado.
Y ahora, sin vida, te miro y se me llenan los ojos de lágrimas. Mientras abrazo a María no dejo de mirarte.

Los soldados deber marcharse y comienzan a quebrar las piernas de los otros. La Magdalena en un ahogado grito pide que no, que no quieren tus huesos. Se abalanza sin miedo al soldado a suplicar. Él no iba a ceder pero corre prisa y viendo que ya estaba muerto pide la lanza para traspasar tu corazón.

Toda la vida que había en tu corazón, ¿adónde ha ido a parar?

Y de repente, sangre y agua. Me pongo erguido para verlo bien, y María conmigo, sobrecogidos.

El soldado queda regado y toca las gotas que caen en sus mejillas, y brotan de sus ojos las suyas. Se mezcla tu agua con la suya. Era el mismo que te respondió con una esponja cuando dijiste "tengo sed".

Los otros le llaman a lo lejos, pero ha quedado paralizado unos instantes.

Todo en él ha cambiado. No nos ha mirado, no nos ha dicho nada, pero he visto esto demasiadas veces ya para no darme cuenta.

Tu corazón, hasta el extremo, sigue dando vida.
Tu corazón sigue dando vida aún pasando por la muerte.
Aún pasando por tu muerte.

El último latido ha convertido al asesino en inmortal si lo acoge en el Él.

Tu corazón, maestro, no deja de dar vida.