Viernes, 26 de Febrero de 2021

25/02/2021 5 min
Viernes, 26 de Febrero de 2021

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Síntesis del Episodio

Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "necio", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»


Brilla el sol

Cuatro de la tarde. Brilla el sol. Ninguna brisa calma la sequedad de la ladera en la que estamos todos escuchándote. Es la montaña más alta de Séforis, y es la que has elegido Tú para este discurso. Mire a donde mire, solo veo gente mirándote. Gente de Siria, de la Decápolis, de Transjordania, de Judea y, por supuesto, de Galilea.

¿Qué tal Jesús? Me llamo Micio y tengo 29 años. Soy de Hebrón, como toda mi familia. Pero llevo viviendo en Naín mucho tiempo. Mis padres siguen en Hebrón, de vez en cuando voy a verles. Y mi hermano Prelio creo que está viviendo por Samaria. Pero hace mucho que no sé de él. Concretamente desde los 15 años, cuando me fui de casa. Tuvimos una movida gorda y no hemos hablado desde entonces.

Escuché hablar de ti a mi mujer, hace una semana y decidimos venir todos a verte, a conocerte y escucharte. Y aquí estamos, en Séforis, que no lo conocía, mis dos hijas, mi mujer y yo, en una montaña a las afueras de la ciudad, con otras cinco mil personas más. Y te escucho decir: "Si uno llama a su hermano imbécil tendrá que comparecer en el Sanedrín. Y si le llama necio, merece la condena del fuego." Pues Jesús, han pasado ya muchos años, pero creo que imbécil y necio fueron las palabras más bonita que salieron de mi boca antes de irme de casa. No sé, me has dejado descolocado.

Pero te sigo escuchando. Tú sigues hablando. Hay revoloteos de gente que busca escucharte mejor. Y el sol sigue brillando. Y mi hija Merina se va a jugar con una amiga por entre la gente. Y de repente echo de menos a Prelio. Y sigues hablando del amor. Y vas haciendo nueva cada ley. Y mi mujer me abraza comprendiendo todo sin decir nada. Y sigues hablando. Y me arrepiento de todo lo que le dije a Prelio. Y el sol sigue brillando. Y Merina vuelve y me dice: "Papá, me he encontrado a un señor que dice que quiere hablar contigo". Y el sol aprieta. Y levanto los ojos sin importar que me ciegue y veo a unos metros a Prelio, llorando, que me espera inmóvil. Y me echo a llorar mientras me acerco a darle un abrazo. Y beso a Merina.

Y Prelio y yo decidimos no abandonarte.

Y Tú sonríes, porque lo sabes todo.