Viernes, 26 de abril de 2024

26/04/2024 3 min
Viernes, 26 de abril de 2024

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Síntesis del Episodio

Mt 5, 13-16 • Vosotros sois la luz del mundo.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

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Voy comentando con Natanael mientras caminamos eso que explicabas por la mañana.
La sal de la tierra. La luz del mundo.
Me ha hecho sentirme importante, ¡me ha gustado lo que has dicho!

En esto que hemos adelantado a Tomás y lo hemos visto agobiado. «¿No habéis oído que “si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? ¿Qué solo servirá para tirarla y que la pise la gente”?».

Vaya.
Tal vez esto no es sólo un piropo a nosotros.
¿Será esto nuestra misión? No perder lo que nos hace sal, lo que nos da la luz.
«Y que la luz no se podía poner debajo de la mesa, que no podemos escondernos» decía Santiago el Menor.
«¿Pero a quién vais a iluminar vosotros?» ha reído Simón el pescador, que nos adelanta con su hermano.

Tal vez no estás pidiendo mucho, maestro.
Pero, si nos has escogido a nosotros, será por algo, ¿no?

Y si nos has dicho que somos la sal, pues… podremos, ¿no?
Con los agobios hemos ido aminorando el paso, y después de Simón y Andrés nos adelantan los Santiagos, el Leví, las mujeres, y al final, Tú, que venías hablando con la Magdalena.

Y, muerto de vergüenza, te he preguntado si estás seguro de que podríamos nosotros ser sal y luz.
Te has reído y me has abrazado sin dejar de caminar… me da paz saber que mi torpeza te saca una sonrisa en vez de enfadarte. Si Tú dices que soy sal, tendré que fiarme de que sabes porqué me eliges, ¿no?
«No le has respondido» ha señalado Tomás.
Y aunque es cierto, aún con tu brazo rodeándome me has mirado a los ojos y he entendido un poco.

Si no me separo de la luz, seré luz también.
Y si aprendo a saborear tu palabra, podré ser sal.

¿Que los habrá más lúcidos y más salados? Pues sí.
Pero Tú me has escogido a mí. Y eso tiene que bastar.