Escuchar "Viernes, 21 de junio de 2024"
Síntesis del Episodio
Mt 6, 19-23 • Donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».
--------------------
¿Tesoros en el cielo?
¿Qué dice este hombre?
En medio del mercado ha venido a parar este hombre.
En la hora punta de las ventas, no entiendo qué tendrá que hacer aquí.
Afino el oído y habla de atesorar riquezas. ¿Acaso no nos ha visto? ¡Si somos pobres!
No tengo más riqueza que mi buen trabajo, y lo mucho o poco que él me da.
Hoy menos por su discurso.
Que me robasen los tesoros de la tierra. Si me robasen mi trabajo, ¿qué quedaría?
[...]
Quizás yo. Yo sin nada.
¿Y qué sería yo sin nada?
[...]
Tesoros en el cielo... ¡qué majaderías dice este hombre! Pienso en lo valioso que podría tener y no fuera material y me quedo en blanco.
Quizás la sonrisa mi mujer.
O la risa de mi hija Rut.
O la fe de ambas. Yo no las entiendo pero viven en una paz que yo no sé ni a qué podría saber.
"Allí donde está tu tesoro estará tu corazón".
De repente me pesa esta tienda llena de trastos.
Atisbo cosas en mi interior que habían estado cubiertas hasta ahora.
Si mi corazón estaba aquí no quiero que esté más.
Quiero que viva en la vida. En la vida de verdad.
Que viva libre y que viva en Dios. ¡Qué mejor sitio!
Me doy cuenta de que mi mujer, que sin mí no tendría que comer, es más rica que yo. Y la veo más lista, y yo también quiero eso.
Este hombre ha pasado de soltar tonterías al aire a hablarme directamente a mí.
No veía los tesoros que tenía.
Mi familia.
Mis relaciones.
Mi vida.
Mi fe.
Si mi ojo era la lámpara, tras éste ya no estoy ciego.
Quiero seguirle y que me cuente más.
Que atesore lo que toca.
Que me enseñe cómo vivir.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; pero si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!».
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¿Tesoros en el cielo?
¿Qué dice este hombre?
En medio del mercado ha venido a parar este hombre.
En la hora punta de las ventas, no entiendo qué tendrá que hacer aquí.
Afino el oído y habla de atesorar riquezas. ¿Acaso no nos ha visto? ¡Si somos pobres!
No tengo más riqueza que mi buen trabajo, y lo mucho o poco que él me da.
Hoy menos por su discurso.
Que me robasen los tesoros de la tierra. Si me robasen mi trabajo, ¿qué quedaría?
[...]
Quizás yo. Yo sin nada.
¿Y qué sería yo sin nada?
[...]
Tesoros en el cielo... ¡qué majaderías dice este hombre! Pienso en lo valioso que podría tener y no fuera material y me quedo en blanco.
Quizás la sonrisa mi mujer.
O la risa de mi hija Rut.
O la fe de ambas. Yo no las entiendo pero viven en una paz que yo no sé ni a qué podría saber.
"Allí donde está tu tesoro estará tu corazón".
De repente me pesa esta tienda llena de trastos.
Atisbo cosas en mi interior que habían estado cubiertas hasta ahora.
Si mi corazón estaba aquí no quiero que esté más.
Quiero que viva en la vida. En la vida de verdad.
Que viva libre y que viva en Dios. ¡Qué mejor sitio!
Me doy cuenta de que mi mujer, que sin mí no tendría que comer, es más rica que yo. Y la veo más lista, y yo también quiero eso.
Este hombre ha pasado de soltar tonterías al aire a hablarme directamente a mí.
No veía los tesoros que tenía.
Mi familia.
Mis relaciones.
Mi vida.
Mi fe.
Si mi ojo era la lámpara, tras éste ya no estoy ciego.
Quiero seguirle y que me cuente más.
Que atesore lo que toca.
Que me enseñe cómo vivir.
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