Escuchar "Viernes, 15 de Enero de 2021"
Síntesis del Episodio
Marcos 1,40-45
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -«Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: -«Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados ...» Entonces le dijo al paralítico: -«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: -«Nunca hemos visto una cosa igual.»
La fe no era mía
Hola Jesús, soy Artelio. Nos hemos conocido hoy. Y quería darte las gracias por los amigos que me has regalado.
Soy de Cafarnaún, de toda la vida. También lo son ellos: Emerio, Camulio, Muler y Ántipes. Y los cinco somos íntimos desde pequeños. Nos hicimos amigos porque a todos nos gustaba trepar por los tejados y, a pesar de las broncas merecidas, lo pasábamos en grande. Un día, saltando entre dos tejados, resbalé y... Me quedé paralítico. Nadie volvió a subir a ningún tejado, pero Muler me dijo que algún día subiríamos todos de nuevo. Pero esto fue hace muchos años, aunque desde entonces, no hemos dejado de llevarnos. Todas las semanas nos vemos sin que falte nadie, y hablamos de todo y de nada.
Esta mañana ha llegado Muler y me ha dicho que nos íbamos. Y sin decirme a dónde, me ha subido a mi camilla y me ha alzado con Camulio, Emerio y Ántipes, hacia una muchedumbre. Yo ya sabía que erás Tú, porque me enteré de que llegaste a la ciudad hace unos días. Me llevaron hacia Ti, pero había demasiada gente. No había manera de llegar a Ti. Para mí eso era suficiente. Pero para ellos no.
Recordando sus habilidades, sin apenas esfuerzo, me subieron al tejado de tu casa. Como en los viejos tiempos, y Muler cumpliendo su promesa. Ya arriba, Camulio hizo un agujero en el techo sin ningún reparo, y entre todos me bajaron y me pusieron a tus pies. Yo estaba pletórico, pero Tú no. Y según me miraste: "Tus pecados quedan perdonados". En ese momento, sentí una liberación tal que hizo que mis piernas ardieran. Ahí ya supe que estaba libre, pero no me levanté porque los escribas empezaron a hablar. Te increparon, y fue cuando me dijiste que me levantara y andara. Y así hice.
Solo te puedo decir una cosa. La fe que me ha curado no era mía. Era de ellos. Así que gracias por mis amigos, porque me han salvado la vida.
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: -«Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: -«Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: -«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados ...» Entonces le dijo al paralítico: -«Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: -«Nunca hemos visto una cosa igual.»
La fe no era mía
Hola Jesús, soy Artelio. Nos hemos conocido hoy. Y quería darte las gracias por los amigos que me has regalado.
Soy de Cafarnaún, de toda la vida. También lo son ellos: Emerio, Camulio, Muler y Ántipes. Y los cinco somos íntimos desde pequeños. Nos hicimos amigos porque a todos nos gustaba trepar por los tejados y, a pesar de las broncas merecidas, lo pasábamos en grande. Un día, saltando entre dos tejados, resbalé y... Me quedé paralítico. Nadie volvió a subir a ningún tejado, pero Muler me dijo que algún día subiríamos todos de nuevo. Pero esto fue hace muchos años, aunque desde entonces, no hemos dejado de llevarnos. Todas las semanas nos vemos sin que falte nadie, y hablamos de todo y de nada.
Esta mañana ha llegado Muler y me ha dicho que nos íbamos. Y sin decirme a dónde, me ha subido a mi camilla y me ha alzado con Camulio, Emerio y Ántipes, hacia una muchedumbre. Yo ya sabía que erás Tú, porque me enteré de que llegaste a la ciudad hace unos días. Me llevaron hacia Ti, pero había demasiada gente. No había manera de llegar a Ti. Para mí eso era suficiente. Pero para ellos no.
Recordando sus habilidades, sin apenas esfuerzo, me subieron al tejado de tu casa. Como en los viejos tiempos, y Muler cumpliendo su promesa. Ya arriba, Camulio hizo un agujero en el techo sin ningún reparo, y entre todos me bajaron y me pusieron a tus pies. Yo estaba pletórico, pero Tú no. Y según me miraste: "Tus pecados quedan perdonados". En ese momento, sentí una liberación tal que hizo que mis piernas ardieran. Ahí ya supe que estaba libre, pero no me levanté porque los escribas empezaron a hablar. Te increparon, y fue cuando me dijiste que me levantara y andara. Y así hice.
Solo te puedo decir una cosa. La fe que me ha curado no era mía. Era de ellos. Así que gracias por mis amigos, porque me han salvado la vida.
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