Viernes, 15 de abril de 2022

15/04/2022 7 min
Viernes, 15 de abril de 2022

Escuchar "Viernes, 15 de abril de 2022"

Síntesis del Episodio

Jn 18, 1-19, 42
En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?». Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Entonces se lo entregó para que fuera crucificado. Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.


Silencio

María,

No sé qué decir. Llevo un rato pensando. Y no se me ocurre nada. No me veo capaz de consolarte. Lo siento, de verdad que lo siento, porque tú eres la única que no tienes la culpa. Es culpa mía, así que perdóname.

Te he visto seguirle toda la noche. Desde que le atraparon en el huerto, hasta que echó su último aliento. Y, efectivamente, se ha cumplido lo que te dijo Simeón: una espada te atravesará el alma. Así es. Hoy te han atravesado el alma con una espada. Te he visto por momentos, sufriendo tanto como Él.
Primero en el huerto con el alma triste hasta el punto de morir.
El beso de Judas, a quien había lavado los pies unas horas antes.
Las bofetadas. Los insultos. Escupitajos. Torturas. ¿Por qué los vivías tú? La negación de Pedro, la corona, la subida con la Cruz… ¿por qué parecía que sentías lo mismo que Él? Estáis tan unidos que tú sufres sus golpes.
¿Qué ves cuando le miras, María?
Creo que lo sé. Tú no miras el dolor de tu Hijo, tú miras al más bello de los hombres. Y la gracia del Padre derramándose en sus labios.
Eso es. Su sangre derramada es gracia que me salva.
Tú no ves dolor. Tú ves Amor, María. Amor que conlleva Cruz, pero Amor. Por eso aguardas en silencio. Por eso no dices una palabra. Porque el más bello de los hombres está diciendo todo lo necesario:
“¿A quién buscáis?
La copa que me ha dado mi Padre.
Soy la Verdad.
Mi Reino no es de este mundo.
Tengo sed.
Ahí tienes a tu Madre.
Todo está cumplido”

Y su último suspiro cortó el tuyo, María.
Y pasas a ser mi Madre, porque ha sido la última voluntad de tu Hijo.
Y el mundo ruge con fuerza porque su Dios ha muerto. Y la Palabra hace silencio.
Tranquila mamá, que aunque ya no haya nada que decir, yo le espero contigo.