Mc 12, 28-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: - «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: - «El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: - «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: - «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Te devuelvo lo que es tuyo


Hola Jesús, soy Fedio. Soy escriba y hasta hoy, eso pensaba que significaba algo. La verdad es que me daba un status con el que me sentía cómodo. Me hacía respetar, acudía la gente por mi sabiduría y solía ganar en los debates. Como ves, el escenario perfecto para no poder llenar el corazón con nada que no fuera yo.

Esta mañana has llegado al Templo y lo primero que he pensado ha sido: "ya está otra vez el nazareno". Pero decidí darte una oportunidad, así que me acerqué a ti. No lo pases por alto. Me acerqué. Tú te has acercado muchas veces -creo que todas-, porque no es la primera vez que te veo. Pero hoy me he abierto a escucharte y me he acercado. Y te pregunto por el primer mandamiento. La raíz. La esencia. La clave. No me interesan los rodeos. Quería ir al grano.

Y dices: "Escucha Fedio..." Luego me han dicho que utilizaste Israel en vez de Fedio. Pero yo sé que me dijiste claramente: "Escucha Fedio, nuestro Dios es el único. Ámale con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Y ama al prójimo como a ti mismo. Eso es todo."

Escucha Fedio... Iba para mí. Esos mandamientos no son para la humanidad, Jesús. No son códigos de conducta moral. Los has hecho para mí. Los has dicho para mí.

Y ahora solo quiero amar a Dios con todo mi ser. Como te dije después, entendí que eso vale más que cualquier sacrificio. Te reconocí que tenías razón. Y Tú me contestaste que estaba cerca del cielo.

En realidad, no hice ni dije nada que no hubieras dicho Tú. Te devolví lo que era tuyo. Y tú me acercaste el cielo. Parece de broma. Yo escucho tus palabras y Tú me regalas el Reino de Dios.

Espera, Jesús, ¿eso es todo lo necesario para ganar el cielo?

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