Sábado, 8 de junio de 2024

08/06/2024 4 min
Sábado, 8 de junio de 2024

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Síntesis del Episodio

Lc 2, 41-51 - Conservaba todo en su corzón

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según lacostumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.



José, ¿has visto a Jesús? No lo veo por ninguna parte. ¿Está contigo?
El corazón se me acelera. ¡Que montón de gente, no lo veo, no está!
Siento un hueco en el estómago.
¿Será posible? ¿Será que se perdió? Aún es pequeño ¿y si le hacen daño? ¿y si tiene sed o hambre?
Abandono estos pensamientos al Padre y seguimos buscando.

José, dame la mano y sigamos adelante. Jesús debe estar por allí. Estoy nerviosa, sudando, hace calor y ya no puedo pensar ni dónde estoy.

Segundo día. Se escurren las lágrimas por mis mejillas. Aún así me siento acompañada, siento la mano de José que está conmigo, él no habla, no modula una sola palabra, debo acompañarlo a él también. Señor, te pido fe y fortaleza, las necesito más que nunca.
Hemos dado la vuelta en el camino. Vamos corriendo y contracorriente. No hemos pensando ni en tomar u mulo: hemos dejado todo atrás de vuelta a Jerusalén.


Y tercer día. Llegamos a Jerusalén. José aprieta mi mano mientras con la mirada señala el Templo. Sí, vayamos. La ciudad sigue hasta arriba. Me marea toda esta gente, ¿cuánto hace que no comemos, que no paramos?

José, ¡José! ¡Míralo! ¡Está allá en el templo, creo que es Él! ¡Corre, corre por él y tráelo!
Yo también corro, vuelvo a respirar. Lloro de emoción, ¡qué alivio siento! ¡Mi niño esta conmigo!

«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».

Su respuesta es fría. ¿Dónde esta mi pequeño que se escondía tras mi falda cuando se asustaba? Ha crecido, le miro fijamente y sus ojos han ganado seriedad de repente. Y no le reconozco. José pone una mano en mi hombro.
¡Qué dolor, Padre! ¿Por qué me duelen tanto sus palabras? Las lágrimas caen en el suelo de tierra en un silencio profundo. José le abraza y parece tranquilo; me da algo de calma.

Lo hemos encontrado, ¡por fin está a salvo! Han sido muchas emociones. Ayúdame a guardar esto en mi corazón, Padre, yo no puedo sino contigo y Tú lo puedes todo. El no entender me abruma, pero Tú eres diferente, Tu puedes todo y más de lo que puedo imaginar.

Estamos ya de vuelta a casa. Unos vecinos que seguían aqui se han enterado de todo y nos han ofrecido volver en su carreta.
Todo siempre tendrá un sentido para Ti. Úsame para el bien, que mis lágrimas guarden a quién necesite consuelo.
Abrázanos, Padre. Abrázanos y muéstranos como seguirte con todo lo que cargamos.