Mateo (9,14-17):
En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»
Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio, y entonces ayunarán. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres; se derrama el vino, y los odres se estropean; el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así las dos cosas se conservan.»


El mundo antes de ti, es el odre viejo. Y tú viniste a levantar su velo. A recordarnos quienes somos realmente; a remover el barro de nuestro corazón, y enseñarnos que en el fondo hay una pepita de oro. Un niño deseando ser amado, y con necesidad de ser cuidado.

Tú eres el novio, y viniste a celebrar tu boda. Viniste a amarnos, y a prometernos lo que el novio le promete a su esposa en el día de su boda: amarla, en lo bueno y en lo malo; En el pecado.
Viniste como novio, a una boda en la que rompiste con todo. Llegaste y gritaste «¡Ya ayunaréis, pero ahora vaciad los odres viejos que están estropeando el vino!»

Así viniste a mi vida Jesús, a levantar el velo de mi ceguera; A ofrecerme tu mano e invitarme a bailar.
Y ahora que te pregunto que debo hacer, como a los discípulos de Juan tú me dices: «Tira tus odres viejos. Mete tu vino en los nuevos. Yo, yo soy el odre nuevo »

Tú rompes con todo.
Ordenas que tiremos los odres viejos, porque tú lo haces todo nuevo.
Lo viejo que hay en mi, lo que pudre mi corazón: mis viejas caídas, mis heridas que nunca se sanan, el recuerdo de mi miseria, mis vanos intentos de llegar a una falsa perfección, mis miedos; Todo aquello me aleja de mi verdadero yo, de aquella niña que tú deseas que sea. Pero yo no sé hacerlo de otra manera…

¿Lo tengo que tirar verdad Jesus? Para dejarte entrar. Y que todo sea nuevo.
Desnudarme y darte mi vino, y decirte: Mételo tú Jesús, en odres nuevos para que ambas cosas se conserven en tu amor.

Gracias por haber venido al mundo Jesús. Gracias por levantar nuestro velo.
Si no hoy, no podría saber que tú lo haces todo nuevo.

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