Escuchar "Sábado, 11 de junio de 2022"
Síntesis del Episodio
Mateo (10,7-13):_ En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «ld y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.»_
Me dijeron que viniese preparado.
Que Jesús, nos habías llamado para una misión, y que tenía que venir equipado.
Nos habías citado al día siguiente a orillas del rio Tiberiades y yo estaba muy nervioso.
Recuerdo que había ahorrado para comprarme una nueva alforja para el camino, donde metí lo justo y necesario: Tan solo unas sandalias y una túnica de repuesto. Y mi padre me había regalado un bastón que el mismo había tallado, para poder andar un poco mejor.
Así que como un niño en su primer día de colegio, me dirigí al lugar donde nos esperabas Jesús: Estaba listo para emprender la misión que nos ibas a encomendar.
¡Imagínate mi decepción al escucharte hablar Jesús! No salía de mi asombro: Tanto tiempo diciendo que nos preparásemos para partir, y ahora dices que no vayamos preparados. « No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. »
Me sentí ridículo. No entendía nada…
Hasta que viniste a verme Jesús. De entre todos los apóstoles, te dirigiste hacia mi. Y poniéndote delante mia, con una mirada de consuelo, y ternura (¡Cuanta había ternura en tu mirada!), me ayudaste a desprenderme de todo: Me desataste la faja de la cintura y la alforja la apartaste. Extendiste tu brazo para que te entregara el bastón. Así lo hice; y una vez liberado, pude agarrar tu mano. Y lo entendí:
Que mi bastón eras tú. Y que de lo único que tenía que servirme para hacer tú misión, es la gracia De Dios.
Me hiciste entender que eras tú el que me preparaba. Y que lo mío no serviría para nada: Todos esos objetos tan solo eran peso muerto que falsamente me hacían sentir seguro, por llevar algo, por no emprender el camino con las manos vacías; Cuando en realidad, lo único que tenía que llevar conmigo era tu amor y el recuerdo de aquella mirada.
Me dijeron que viniese preparado.
Que Jesús, nos habías llamado para una misión, y que tenía que venir equipado.
Nos habías citado al día siguiente a orillas del rio Tiberiades y yo estaba muy nervioso.
Recuerdo que había ahorrado para comprarme una nueva alforja para el camino, donde metí lo justo y necesario: Tan solo unas sandalias y una túnica de repuesto. Y mi padre me había regalado un bastón que el mismo había tallado, para poder andar un poco mejor.
Así que como un niño en su primer día de colegio, me dirigí al lugar donde nos esperabas Jesús: Estaba listo para emprender la misión que nos ibas a encomendar.
¡Imagínate mi decepción al escucharte hablar Jesús! No salía de mi asombro: Tanto tiempo diciendo que nos preparásemos para partir, y ahora dices que no vayamos preparados. « No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. »
Me sentí ridículo. No entendía nada…
Hasta que viniste a verme Jesús. De entre todos los apóstoles, te dirigiste hacia mi. Y poniéndote delante mia, con una mirada de consuelo, y ternura (¡Cuanta había ternura en tu mirada!), me ayudaste a desprenderme de todo: Me desataste la faja de la cintura y la alforja la apartaste. Extendiste tu brazo para que te entregara el bastón. Así lo hice; y una vez liberado, pude agarrar tu mano. Y lo entendí:
Que mi bastón eras tú. Y que de lo único que tenía que servirme para hacer tú misión, es la gracia De Dios.
Me hiciste entender que eras tú el que me preparaba. Y que lo mío no serviría para nada: Todos esos objetos tan solo eran peso muerto que falsamente me hacían sentir seguro, por llevar algo, por no emprender el camino con las manos vacías; Cuando en realidad, lo único que tenía que llevar conmigo era tu amor y el recuerdo de aquella mirada.
Más episodios del podcast Voces en On | HAKUNA
Martes, 7 de agosto de 2024
09/08/2024
Lunes, 5 de agosto de 2024
09/08/2024
Domingo, 4 de agosto de 2024
04/08/2024
Sábado, 3 de agosto de 2024
03/08/2024
Viernes, 2 de agosto de 2024
02/08/2024
Jueves, 1 de agosto de 2024
01/08/2024
Miércoles, 31 de julio de 2024
31/07/2024
Martes, 30 de julio de 2024
31/07/2024
Lunes, 29 de julio de 2024
29/07/2024
Domingo, 28 de julio de 2024
29/07/2024