*VOZ EN ON 10/07/21*
Mt 10, 24-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.»

*No tengamos miedo, que vivimos en la gracia*

Te recibo en el Evangelio y en la Eucaristía. Te recibo..., pero no solo te recibo, sino que Tú, me configuras. Desde dentro, Señor, me das tu forma. No me haces más que Tú; no me haces megafuerte, ni súper poderoso; me configuras según Tú. Porque "ya le basta al discípulo con ser como su maestro". Imito a Cristo, me configuro en Cristo, soy Cristo en la tierra para el mundo. O, al menos, trato que Tú, Jesús, me configures y me hagas.
Y, si me sé en Cristo, ¿por qué a veces me entra pudor? ¿Por qué a veces oculto ser cristiana? O lo que es lo mismo, ¿por qué no busco la manera de acabar con las críticas en una conversación? ¿Por qué cubro y oculto a Cristo que verdaderamente vive en mi alma?
"No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma". En un alma en gracia, el demonio no puede entrar. De un alma de Dios, el demonio huye despavorido. Que si perdiera la gracia, mueren mi cuerpo y mi alma. Pero no tengo miedo, Jesús, porque me mimas y me cuidas con sumo cariño. Has prometido que a quien se declare por ti ante los hombres, también Tú te declararás por él ante Papá.
Me has hablado rozando el latido de mi corazón... "Lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea". Quiero indiscretamente hablar de ti, mostrarte en mi vida. Que los demás vean, cuando les miro, que ardo de amor por Ti.
Jesús, no tengo miedo. Me configuras, vives en mi alma en gracia, me susurras al oído... Ahora, Jesús, solo úsame de instrumento, que a la luz del sol y desde todas las terrazas, te descubra ante los hombres. Luego ya, me llevarás contigo al Cielo. Pero primero quiero ser como el Dueño de mi casa, como el Rey de mi corazón.

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