Escuchar "Sábado, 10 de abril de 2021"
Síntesis del Episodio
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: - «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»
Testimonio, humildad y vocación
Jesús, ¡qué bueno eres y cuánto nos quieres, porque de todo y de todos te sirves para buscarnos a cada uno de nosotros! A ti y a mí. Nunca te dejas a nadie, nos invitas a todos.
Jesús, ¿cómo habían empezado los discípulos? ¿Cómo los llamaste? "Ven y verás". Ellos fueron y vieron. Vieron tantas cosas Jesús: tu forma de ser, de hacer, de curar y de cuidar a tantos enfermos del alma y del cuerpo (como había sido María Magdalena), de hablar y de enseñar, de dar plenitud a la Ley... Habían visto que Amas, Jesús. Cuántas conversaciones habían tenido contigo; cuántos milagros, Jesús; cuánta gloria; cuánta pasión... Todo lo habían visto. Tú, tus hechos y palabras daban testimonio de ti; y ellos habían sido testigos de primer orden. Y ahora te revelas a ellos desde otros, Jesús. Desde una que te amó sin medida, desde otros que hacían el camino. Son ellos los que dan ahora testimonio de ti. Pero, Jesús, ¿cómo estarían los Once? De duelo y llorando, ellos que tanto habían visto quizá no podían concebir la fe sin el protagonismo del testimonio.
Pero hoy vuelves a hacer del testimonio algo nuevo: que Tú hablas a través de todas las cosas, personas y circunstancias, que Tú nos hablas a través de todo, porque nos buscas, porque me buscas, Jesús.
Mi Jesús, aunque dude, aunque entre en duelo, aunque mi corazón esté más duro que una piedra, dame uno que sangre para que en todo te vea y en ti crea sobre de todas las cosas.
Jesús, hazme más sencilla, como se hicieron los Apóstoles, pues tu reproche misericordioso, el hacerme consciente de mi debilidad, me vuelve a mirarte de nuevo a ti. Es más, gracias, Jesús. Por salir a buscarme, por salir a mi encuentro a través de un evangelio, de un amigo, de tu creación. Porque todo da testimonio de ti.
Jesús, hoy, como a los Apóstoles, hazme más sencilla para que te vea y crea. Dame un corazón que sangre, como el Tuyo, que sepa amar. Y, a pesar de mi incredulidad y ceguera, renuévame en mi vocación porque quiero ser tu apóstol: permíteme ir al mundo entero y proclamar tu Evangelio a toda la creación. Con tu gracia, Señor. Sin ella, yo solo no puedo.
Testimonio, humildad y vocación
Jesús, ¡qué bueno eres y cuánto nos quieres, porque de todo y de todos te sirves para buscarnos a cada uno de nosotros! A ti y a mí. Nunca te dejas a nadie, nos invitas a todos.
Jesús, ¿cómo habían empezado los discípulos? ¿Cómo los llamaste? "Ven y verás". Ellos fueron y vieron. Vieron tantas cosas Jesús: tu forma de ser, de hacer, de curar y de cuidar a tantos enfermos del alma y del cuerpo (como había sido María Magdalena), de hablar y de enseñar, de dar plenitud a la Ley... Habían visto que Amas, Jesús. Cuántas conversaciones habían tenido contigo; cuántos milagros, Jesús; cuánta gloria; cuánta pasión... Todo lo habían visto. Tú, tus hechos y palabras daban testimonio de ti; y ellos habían sido testigos de primer orden. Y ahora te revelas a ellos desde otros, Jesús. Desde una que te amó sin medida, desde otros que hacían el camino. Son ellos los que dan ahora testimonio de ti. Pero, Jesús, ¿cómo estarían los Once? De duelo y llorando, ellos que tanto habían visto quizá no podían concebir la fe sin el protagonismo del testimonio.
Pero hoy vuelves a hacer del testimonio algo nuevo: que Tú hablas a través de todas las cosas, personas y circunstancias, que Tú nos hablas a través de todo, porque nos buscas, porque me buscas, Jesús.
Mi Jesús, aunque dude, aunque entre en duelo, aunque mi corazón esté más duro que una piedra, dame uno que sangre para que en todo te vea y en ti crea sobre de todas las cosas.
Jesús, hazme más sencilla, como se hicieron los Apóstoles, pues tu reproche misericordioso, el hacerme consciente de mi debilidad, me vuelve a mirarte de nuevo a ti. Es más, gracias, Jesús. Por salir a buscarme, por salir a mi encuentro a través de un evangelio, de un amigo, de tu creación. Porque todo da testimonio de ti.
Jesús, hoy, como a los Apóstoles, hazme más sencilla para que te vea y crea. Dame un corazón que sangre, como el Tuyo, que sepa amar. Y, a pesar de mi incredulidad y ceguera, renuévame en mi vocación porque quiero ser tu apóstol: permíteme ir al mundo entero y proclamar tu Evangelio a toda la creación. Con tu gracia, Señor. Sin ella, yo solo no puedo.
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