Escuchar "Miércoles, 7 de septiembre de 2022"
Síntesis del Episodio
Lc 6, 20-26
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Para mí
Aquí tienes a tus discípulos Jesús.
Aquí tienes a cientos de locos siguiéndote,
Buscando un hueco para escucharte mejor.
Cientos como yo te escuchamos en silencio,
Cientos como yo deseamos tu palabra,
La buscamos, la necesitamos…
Pero ninguno lo hace igual.
Hoy te has parado en esta llanura.
Justo en donde estaba yo.
Sin esperarlo, sin planearlo.
Te has parado en mi vida, en mis amigos, en mis padres, en mis problemas.
Y aquí te tengo ahora, delante de mí.
Y aunque has venido a hablar a todos,
Sé que cada palabra es para mí.
Aunque te has parado ahí delante para que te veamos todos,
Sé que esta mirada es solo para mí.
Para mí.
Para los dos.
Para que cada una de tus palabras se tatúe en mi corazón.
Para que cada vez que te mire en este pan salte de gozo, de alegría, de amor.
Para poder seguirte cada día,
Levantarme una y otra vez tras cada caída,
Abrazarte cuando no me quede nada,
Porque me daré cuenta de que no necesito nada.
Jesús, cuando te miro,
Cuando por fin te encuentro en esta llanura,
Entre tantas cosas que intentan cegarme,
Empiezo a entender como vives Tú.
Cuando te escucho,
Cuando distingo tu voz entre los gritos de un mundo que me arrastra,
Que sin quererlo me aleja de ti,
Empiezo a entender como quieres que viva yo.
Y en esos momentos,
Hay días que aún así no te encuentro,
Que todo parece muy lejano, muy borroso, muy complicado.
Me pregunto dónde estás,
O qué es lo que quieres.
O porqué parece que me escondes tu rostro.
Me siento pobre, porque no soy nada.
Me dan ganas de llorar, porque no siento nada.
El mundo me insulta, me hiere.
Y el hambre de ti me atraviesa entera.
Pero entonces recuerdo tus palabras.
Recuerdo que me llamas bienaventurada.
Y que sólo así alcanzaré el reino,
Sólo así seré consolada
Sólo así seré saciada.
Recuerdo y respiro.
Recuerdo y sonrío.
Porque me vuelvo a dar cuenta Jesús,
Sólo así, te necesito.
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Para mí
Aquí tienes a tus discípulos Jesús.
Aquí tienes a cientos de locos siguiéndote,
Buscando un hueco para escucharte mejor.
Cientos como yo te escuchamos en silencio,
Cientos como yo deseamos tu palabra,
La buscamos, la necesitamos…
Pero ninguno lo hace igual.
Hoy te has parado en esta llanura.
Justo en donde estaba yo.
Sin esperarlo, sin planearlo.
Te has parado en mi vida, en mis amigos, en mis padres, en mis problemas.
Y aquí te tengo ahora, delante de mí.
Y aunque has venido a hablar a todos,
Sé que cada palabra es para mí.
Aunque te has parado ahí delante para que te veamos todos,
Sé que esta mirada es solo para mí.
Para mí.
Para los dos.
Para que cada una de tus palabras se tatúe en mi corazón.
Para que cada vez que te mire en este pan salte de gozo, de alegría, de amor.
Para poder seguirte cada día,
Levantarme una y otra vez tras cada caída,
Abrazarte cuando no me quede nada,
Porque me daré cuenta de que no necesito nada.
Jesús, cuando te miro,
Cuando por fin te encuentro en esta llanura,
Entre tantas cosas que intentan cegarme,
Empiezo a entender como vives Tú.
Cuando te escucho,
Cuando distingo tu voz entre los gritos de un mundo que me arrastra,
Que sin quererlo me aleja de ti,
Empiezo a entender como quieres que viva yo.
Y en esos momentos,
Hay días que aún así no te encuentro,
Que todo parece muy lejano, muy borroso, muy complicado.
Me pregunto dónde estás,
O qué es lo que quieres.
O porqué parece que me escondes tu rostro.
Me siento pobre, porque no soy nada.
Me dan ganas de llorar, porque no siento nada.
El mundo me insulta, me hiere.
Y el hambre de ti me atraviesa entera.
Pero entonces recuerdo tus palabras.
Recuerdo que me llamas bienaventurada.
Y que sólo así alcanzaré el reino,
Sólo así seré consolada
Sólo así seré saciada.
Recuerdo y respiro.
Recuerdo y sonrío.
Porque me vuelvo a dar cuenta Jesús,
Sólo así, te necesito.
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