Miércoles, 3 de julio de 2024

04/07/2024 4 min
Miércoles, 3 de julio de 2024

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Síntesis del Episodio

Jn 20, 24-29 • Trae tu mano y métela en mi costado

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-«Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
-«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-«Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
-«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
-«¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
-«¿Porque me has visto has creído?

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Una vez más, después de comer, ha salido el tema.

Otra vez contando cómo vieron a Jesús ¿Cómo pueden darle tantas vueltas al mismo tema?

Ya recogiendo las vasijas, me acerco a Pedro y le digo con tono de reclamo por mi tristeza: “Sinceramente, yo no me creo. No me malinterpretes, confío por entero en vosotros. Pedro, ¡sé que estáis locos, pero no sois mentirosos! Pero esto… esto es demasiado.
¿¡Qué habéis visto a Jesús!? Por el que tanto lloro, y al que tan poco entiendo. Cientos le vieron morir en la cruz...
Pedro, es imposible que esté vivo. Seguro que fue una alucinación por las ganas que tenéis de verle, yo lo entendería, pero no soy tonto.
Llevo así ya 8 días, y ya no sé ni qué pienso, ojalá fuera verdad lo que me cuentas, pero no me lo creo.
Es imposible. Le vieron morir. Es imposible.
Creo... creo que me voy a marchar ya de aquí, no tiene sentido".

Se hace un silencio sepulcral, augurando lo que está a punto de pasar.

Apareces.
“¡Paz a vosotros!” Dices lleno de emoción.
Se me corta la respiración.

“¡Ahí está el mellizo! Trae tu mano, y métela en mi costado.
Toda tu mano.
En mi costado.
Aunque me haga daño. Tengo tantas ganas de que creas en mí y recuperes la esperanza. ¡Que estoy vivo, Tomás! ¿No lo ves?”

Absorto, en estado de shock, obedezco casi como por inercia. Estupor.
Temor de Dios.

Te toco el costado.

Recuerdo en ese mismo instante todas las parábolas que me explicabas. Todas las miradas que me atravesaban. Como si toda tu pedagogía cobrara sentido en ese momento. Como si todo lo que guardaba en mi corazón se explotara ahora. Todos los momentos vividos contigo.
Como si salieran de ahí.
Como si todo tu Corazón se saliera por ahí. Como si toda tu persona se me estuviera entregando por ahí. Todo tu amor. Te derramabas por entero. Como si no quisieras que nada se quedara ahí dentro. A raudales. A raudales. Todo por mí. La mayor expresión de tu más íntimo amor. A raudales desde tu costado abierto.

Me rindo ante Ti, no puedo nada más que decirte: “Señor mío y Dios mío”.