Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús y él se puso a decirles:

-Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del Hombre para esta generación.

Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada esa generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.

Hoy se cumple una semana desde que empezamos la cuaresma y, sinceramente, se me ha pasado volada. No se cuantas veces he escuchado en esta semana que si conversión por aquí, que si cambiar el corazón por allá... sí, efectivamente ya sé de que va este rollo de la cuaresma. Me pongo mis metas y mis propósitos y ¡que empiece el juego!...¿o no?

“Generación perversa” Uf, eso me ha dolido. Son palabras duras. Es la primera vez que escucho que te refieres a mí y no a esa pobre panda de infelices que se apiñaban a tu alrededor. Hoy abro mis ojos y, asombrado, veo que no son sólo ellos los que están buscando mal, sino que me pasa lo mismo.

“Mis metas”. “Mis propósitos”. “Mis retos”. “Mi cuaresma”. Y después de haber cumplido todo, medallita. “Generación perversa”. Vuelve a dolerme. No por lo que dices, sino porque tienes razón. Lo he vuelto a hacer. He vuelto a querer controlarlo todo. Controlarte y llevar yo el timón.

Y es aquí donde me quedo asombrado. Si me fijo un poco, no hay apenas diferencia entre generación “per-versa” y generación “con-versa”, que es lo que me pides esta cuaresma. Es una chorradita, la palabra cambia en el prefijo. De per-versa a con-versa.

Ambos prefijos indican el aspecto de “totalidad”, “por completo”, pero hay una sutil diferencia, a la que amorosamente me llamas hoy: Que no es “mi” cuaresma, ni “mis” propósitos. Que cuando parto desde mi ombligo, todo lo real se difumina, se emborrona y se puede hacer perverso. Y este es un camino contigo, de unión, de comunión. Que esto va de abrazar y de ser abrazado. Es un vivir “con”. No perverso, sino converso. La diferencia está en hacerlo por mis fuerzas o desde ti.

Y entonces la cuaresma no será para verme a mí más perfecto, cumplidor y merecedor de celebrar tu Pascua sino para encontrarme con Tu mirada de amor y de misericordia, con los brazos clavados para estar siempre preparado para abrazarme.

¡Sí! ¡Abrázame! ¡Hoy me dejo querer!

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