Mt 11, 25-27 • Se lo has revelado a los pequeños.

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños.
Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

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Está claro. Me has atrapado con la mirada. Y mi sonrisa torcida me delata. Pero todavía me cuesta Jesús.
No entiendo lo que estás diciendo. Pongo en duda lo que me decía Eleazar. ¿Debo desconfiar de Ti? Tu mirada me dice que confíe en ti, y que me deje llevar, pero tus palabras rompen con violencia mis esquemas. Y esta incongruencia hace que me duela la tripa.

¿Cómo puedes ofender así al Dios grandioso?
¿Y si blasfemas?
¿Tú crees que el Padre, como tú mismo dices, Señor del Cielo y de la tierra, de todo lo creado, de lo invisible y lo invisible, EL MÁS GRANDE, va a querer revelarle “estas cosas” a los pequeños?

Qué disparate es éste.
Llevo toda la vida escuchando a mi marido Eleazar recitar la Torá con cada punto y coma. Es conocedor de toda la ley. Incluso sabe recitarla del revés.

¿Quieres decir que a él se lo oculta? Él, que ha vivido tan agobiado y angustiado por llegar al Padre con sus propias fuerzas, sacrificando día y noche.

Una carcajada de mi hija Sarah me saca de mis pensamientos, y me hace volver a tu discurso. Ella, que ni ha cumplido 12 años, es capaz de entenderte mejor que yo. Ella, que vive en su inocencia, en su sencillez.

Me miras mientras le miro a ella.
Te hace gracia mi expresión, como de no entender nada. Y estar entendiendo todo a la vez. Creo que de alguna manera escuchas la pregunta que grita mi corazón: ¿Por qué?

Y clamas al cielo: “Sí, Padre, así te ha parecido bien”.

Me ha quedado claro, porque le da la gana. Confío en Él, igual que confío en Ti.

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