Escuchar "Miércoles, 15 de mayo de 2024"
Síntesis del Episodio
Jn 17, 11b-19 • Digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
------------
Tengo ganas de llorar. No sé que me pasa.
No sé que te pasa. Hablas con tu Padre, mirando al cielo, como si fueras a irte, hasta morir. ¿Qué le diría yo a mi padre antes de morir? No sé, pero... ¡qué duro y qué bonito!
Y me dejas escuchar esta conversación. Me compartes esa intimidad.
No me entero de nada. Pero de nada, nada. No sé de qué habláis. Me consuela mirar a los de mi alrededor y ver que todos estamos igual. Todos con cara de tontos. Me quedo escuchando un poco más de cerca, con la esperanza de entender algo. Sólo sé que hay una profunda intimidad, y que confías en que Él te escucha. Y que Él te habla. ¿Qué te estará poniendo tu Padre en el Corazón para que te emociones tanto mirando al cielo?
Pienso por un segundo: ojalá sentir lo que estás sintiendo Tú. Y ya qué privilegio poder estar escuchando esto. Estoy tan cerca que puedo notar cómo se te corta la respiración.
Cómo tragas saliva.
Y se te cortan las palabras.
Te conmueves.
Sé que amas a tu Padre.
Y a nosotros.
Me pregunto por qué dirás todo eso, y por qué dejas a estos tontos escucharlo. Sólo sé que me atraviesa el corazón.
Y, como si me hubieses leído el corazón, dices mirándome a los ojos: "digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
Se me escapa la lágrima que intento esconder por vergüenza. Ahora sí que no entiendo. "¿Tu alegría cumplida?" ¿Qué alegría?
No sé qué me pasa. Pero me ha invadido paz. Y como si al mirarme hubiese entrado algo en mí, me lleno de alegría. No me entero. Pero algo me invita a hablar yo también con ese Padre. Ahora estamos los dos hablando con Él.
No sé qué ha pasado, pero me invade la alegría y repito sin control: "¡Gracias, Padre! ¡Gracias, Padre! No entiendo nada. Pero me alegro. ¡Y ya está cumplido!"
Sólo sé que, como Tú, puedo confiar ciegamente en ese Padre. Me has mirado, y por eso, tu alegría está cumplida en mí. Esa es la verdad de la que hablas. Tu palabra se ha hecho vida en mí, al decírmela mirándome a los ojos: "para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
Al decirlo lo has hecho. Tu alegría se ha quedado pacíficamente en mí. Y no tengo nada más que preguntarte. Sólo gracias. A Ti y a tu Padre.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
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Tengo ganas de llorar. No sé que me pasa.
No sé que te pasa. Hablas con tu Padre, mirando al cielo, como si fueras a irte, hasta morir. ¿Qué le diría yo a mi padre antes de morir? No sé, pero... ¡qué duro y qué bonito!
Y me dejas escuchar esta conversación. Me compartes esa intimidad.
No me entero de nada. Pero de nada, nada. No sé de qué habláis. Me consuela mirar a los de mi alrededor y ver que todos estamos igual. Todos con cara de tontos. Me quedo escuchando un poco más de cerca, con la esperanza de entender algo. Sólo sé que hay una profunda intimidad, y que confías en que Él te escucha. Y que Él te habla. ¿Qué te estará poniendo tu Padre en el Corazón para que te emociones tanto mirando al cielo?
Pienso por un segundo: ojalá sentir lo que estás sintiendo Tú. Y ya qué privilegio poder estar escuchando esto. Estoy tan cerca que puedo notar cómo se te corta la respiración.
Cómo tragas saliva.
Y se te cortan las palabras.
Te conmueves.
Sé que amas a tu Padre.
Y a nosotros.
Me pregunto por qué dirás todo eso, y por qué dejas a estos tontos escucharlo. Sólo sé que me atraviesa el corazón.
Y, como si me hubieses leído el corazón, dices mirándome a los ojos: "digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
Se me escapa la lágrima que intento esconder por vergüenza. Ahora sí que no entiendo. "¿Tu alegría cumplida?" ¿Qué alegría?
No sé qué me pasa. Pero me ha invadido paz. Y como si al mirarme hubiese entrado algo en mí, me lleno de alegría. No me entero. Pero algo me invita a hablar yo también con ese Padre. Ahora estamos los dos hablando con Él.
No sé qué ha pasado, pero me invade la alegría y repito sin control: "¡Gracias, Padre! ¡Gracias, Padre! No entiendo nada. Pero me alegro. ¡Y ya está cumplido!"
Sólo sé que, como Tú, puedo confiar ciegamente en ese Padre. Me has mirado, y por eso, tu alegría está cumplida en mí. Esa es la verdad de la que hablas. Tu palabra se ha hecho vida en mí, al decírmela mirándome a los ojos: "para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida".
Al decirlo lo has hecho. Tu alegría se ha quedado pacíficamente en mí. Y no tengo nada más que preguntarte. Sólo gracias. A Ti y a tu Padre.
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