Mateo 5, 17-19 • No he venido a abolir sino a dar plenitud

No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.

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Portazo. Ya no aguanto más. Cojo mi alforja y me voy. Que pesados. ¿Porque tú seas el rabino de Galilea tengo que ser la hija perfecta? Ni hablar. Lo he intentado y no puedo. Y tampoco quiero. Son demasiadas leyes, normas, preceptos, sin ningún sentido ¿Acaso a Dios le importa?
No los quiero ni ver. Con lo que tengo de comida en la alforja me da para tres días en la montaña.
Mientras subo sus palabras retumban en mi mente. Mi conciencia va a estallar.

Puf. Algo muy duro me hace caer al suelo. Me la acabo de pegar. Un chico sonriente me ayuda a levantarme y riéndose me dice con ternura que le acompañe a ver al Maestro. ¿Maestro? ¿Qué Maestro?

Poco a poco vamos llegando a la cima y mientras nos abrimos paso entre la multitud, alcanzo a escuchar unas palabras: "No he venido a abolir la ley y los Profetas sino a dar plenitud".

Toda la angustia desaparece de golpe y un paz profunda me invade.

A dar plenitud.

Claro. No aboles nada, no me quitas nada... al revés. Me lo das todo. La Ley, los Profetas...

Ahora entiendo todo. A dar plenitud. Vienes a divinizarlo todo. El Reino de Dios ya ha llegado. Ya está aquí. Eres Tú. Tu Presencia lo invade todo, y lo celebramos, sí, celebramos que estés aquí entre nosotros. Celebramos la vida. Celebramos cada instante, disfrutamos con cada amigo, con cada tarea, ahí Tú Gloria se hace palpable.

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