Escuchar "Martes, 9 de julio de 2024"
Síntesis del Episodio
Mt 9, 32-38 • La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos
En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo.
Echó al demonio, y el mudo habló.
La gente decía admirada:
-Nunca se ha visto en Israel cosa igual.
En cambio, los fariseos decían:
-Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dijo a sus discípulos:
-La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.
----------
Maestro, nunca antes había visto un verdadero rostro de compasión. La multitud se agolpa a tu alrededor, ansiosa por una palabra de esperanza, por una caricia sanadora y sus rostros reflejan el cansancio y la desesperación, como ovejas perdidas en un vasto desierto.
Y Tú, con tu mirada llena de misericordia, ves más allá de sus sufrimientos. Ves sus corazones.
Cuando llevaron ante ti a aquel hombre, era prisionero de su propio cuerpo, mudo por el mal que lo oprimía. Y con un gesto expulsaste al demonio, y él recuperó su voz.
Yo no podía creer lo que veía. Tú, como si nada seguiste el camino hacia el próximo lugar, mientras la gente te alababa.
Pero no todos ven tu bondad. Los fariseos, dice que tu poder viene del mal. ¡Cómo pueden ser tan ciegos!
Pero nada te para. Cada día enseñando, curando, sanando.
Las palabras que has dicho hoy aún resuenan: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos." Me llamas a ser uno de esos trabajadores, me interpelas a no quedarme indiferente ante el sufrimiento de los demás. ¡Me llamas a mí a hacer lo que haces Tú!
Pero, ¿cómo podría yo hacer eso? Quizás puedo comenzar intentando mirar a los que tengo enfrente como Tú lo haces. Puedo orar como me pides, para que más corazones se unan a esta misión de amor. Y... creo que poco más.
Ayúdame a no desfallecer, Maestro, a seguir adelante incluso cuando enfrente la incomprensión o la crítica. Que te mire constantemente, para ver como miras.
Que se me pegue tu mirada.
¡Que se me pegue!
En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo.
Echó al demonio, y el mudo habló.
La gente decía admirada:
-Nunca se ha visto en Israel cosa igual.
En cambio, los fariseos decían:
-Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dijo a sus discípulos:
-La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.
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Maestro, nunca antes había visto un verdadero rostro de compasión. La multitud se agolpa a tu alrededor, ansiosa por una palabra de esperanza, por una caricia sanadora y sus rostros reflejan el cansancio y la desesperación, como ovejas perdidas en un vasto desierto.
Y Tú, con tu mirada llena de misericordia, ves más allá de sus sufrimientos. Ves sus corazones.
Cuando llevaron ante ti a aquel hombre, era prisionero de su propio cuerpo, mudo por el mal que lo oprimía. Y con un gesto expulsaste al demonio, y él recuperó su voz.
Yo no podía creer lo que veía. Tú, como si nada seguiste el camino hacia el próximo lugar, mientras la gente te alababa.
Pero no todos ven tu bondad. Los fariseos, dice que tu poder viene del mal. ¡Cómo pueden ser tan ciegos!
Pero nada te para. Cada día enseñando, curando, sanando.
Las palabras que has dicho hoy aún resuenan: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos." Me llamas a ser uno de esos trabajadores, me interpelas a no quedarme indiferente ante el sufrimiento de los demás. ¡Me llamas a mí a hacer lo que haces Tú!
Pero, ¿cómo podría yo hacer eso? Quizás puedo comenzar intentando mirar a los que tengo enfrente como Tú lo haces. Puedo orar como me pides, para que más corazones se unan a esta misión de amor. Y... creo que poco más.
Ayúdame a no desfallecer, Maestro, a seguir adelante incluso cuando enfrente la incomprensión o la crítica. Que te mire constantemente, para ver como miras.
Que se me pegue tu mirada.
¡Que se me pegue!
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