Escuchar "Martes, 7 de mayo de 2024"
Síntesis del Episodio
Jn 16, 5-11 • Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?". Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
----------------------------
No lo saben, no saben que Te vas pronto, que la hora llega. Ahora mismo debes estar despidiéndote.
Ayer por la mañana mientras lavaba te acercaste y me abrazaste. Llevábamos semanas sin decir en voz alta lo que ambos sospechábamos que estaba por llegar. Me giré y puse mi mano en tu mejilla, como había hecho desde que eras un niño, para que nos miráremos a los ojos.
Me dijiste que ya habías dado con el sitio donde cenarías con los Doce. Por un segundo quisiste excusarte por no contar conmigo en la cena. No te dejé: esto es mucho más grande que cualquier plan de un hijo y su madre.
Pasabas algo más, lo veía en tus ojos inquietos.
Te daba miedo que no lo entendieran. Decías que nadie te preguntaba cuando decías que te irías. Temías que la tristeza te los robara.
"Tu Padre es más grande que cualquier tristeza, y no dejará que pierdas a ninguno" te dije.
Ya lo sabías, pero, sí, siempre se cuenta con una madre para recordar que no estamos solos.
Y ahora con el resto de mujeres intento animar un poco nuestra cena, porque tenemos ese sentido especial que nos hace olernos que algo llega y está el ambiente algo cargado de preocupaciones. Estamos haciendo arreglos florales para la Pascua y recordando aventuras contigo; es algo que las mujeres hacemos cuando queremos recobrar la paz: volvemos al corazón.
Desde aquí oro al Padre porque tus palabras sean honestas, porque no tengas miedo de decirlas. Estoy a un par de casas, pero nuestros corazones están juntos, más que nunca, hijo.
Yo no te pregunto adónde vas porque sé de donde vienes. Por eso, aunque me atraviesa una espada el corazón, persevero aquí. Nada me mueve.
Me he acercado a la ventana y miro al cielo como siempre, sin entender nada, pero confiando en mi Señor.
Les conviene que te marches. Le conviene al mundo todo lo que va a pasar.
Cierro los ojos mirando hacia dentro, musitando las palabras que me llevan a soltarlo todo en Él y abrazar lo que venga. Llevo una vida diciéndolas sola y contigo: "Hágase en nosotros según tu palabra".
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?". Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».
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No lo saben, no saben que Te vas pronto, que la hora llega. Ahora mismo debes estar despidiéndote.
Ayer por la mañana mientras lavaba te acercaste y me abrazaste. Llevábamos semanas sin decir en voz alta lo que ambos sospechábamos que estaba por llegar. Me giré y puse mi mano en tu mejilla, como había hecho desde que eras un niño, para que nos miráremos a los ojos.
Me dijiste que ya habías dado con el sitio donde cenarías con los Doce. Por un segundo quisiste excusarte por no contar conmigo en la cena. No te dejé: esto es mucho más grande que cualquier plan de un hijo y su madre.
Pasabas algo más, lo veía en tus ojos inquietos.
Te daba miedo que no lo entendieran. Decías que nadie te preguntaba cuando decías que te irías. Temías que la tristeza te los robara.
"Tu Padre es más grande que cualquier tristeza, y no dejará que pierdas a ninguno" te dije.
Ya lo sabías, pero, sí, siempre se cuenta con una madre para recordar que no estamos solos.
Y ahora con el resto de mujeres intento animar un poco nuestra cena, porque tenemos ese sentido especial que nos hace olernos que algo llega y está el ambiente algo cargado de preocupaciones. Estamos haciendo arreglos florales para la Pascua y recordando aventuras contigo; es algo que las mujeres hacemos cuando queremos recobrar la paz: volvemos al corazón.
Desde aquí oro al Padre porque tus palabras sean honestas, porque no tengas miedo de decirlas. Estoy a un par de casas, pero nuestros corazones están juntos, más que nunca, hijo.
Yo no te pregunto adónde vas porque sé de donde vienes. Por eso, aunque me atraviesa una espada el corazón, persevero aquí. Nada me mueve.
Me he acercado a la ventana y miro al cielo como siempre, sin entender nada, pero confiando en mi Señor.
Les conviene que te marches. Le conviene al mundo todo lo que va a pasar.
Cierro los ojos mirando hacia dentro, musitando las palabras que me llevan a soltarlo todo en Él y abrazar lo que venga. Llevo una vida diciéndolas sola y contigo: "Hágase en nosotros según tu palabra".
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