Martes, 28 de junio de 2022

28/06/2022 4 min
Martes, 28 de junio de 2022

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Síntesis del Episodio

Mt 8,23-27

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron.

De pronto se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.

Se acercaron los discípulos y lo despertaron gritándole:

-¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

El les dijo:

-¡Cobardes! ¡Qué poca fe!

Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.

Ellos se preguntaban admirados:

-¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!




COBARDES




El Maestro se sube a la barca. Tiene que llegar a todos los que el Padre le ha dado, y por eso va tan inquieto de un lado a otro, tan sereno en cada momento. Sube, y yo le sigo.
Nos adentramos en el mar. La tormenta estalla. El viento ruge enfurecido, los rayos hieren el horizonte y parece que los truenos van a romper la bóveda del cielo, que descarga trombas de agua. Las olas se alzan como murallas de agua que quieren tragarse todo lo que cruce en su camino, llevándolas al fondo del lago. La barca desaparece en el temporal, no vemos, no damos pie.
El miedo se agarra a mi alma. Mi corazón vive la misma tempestad, es dominado por ella.
El viento ruge dentro de mi. La oscuridad se cierne sobre mi. Pensamientos que me llevan hacia la muerte me deslumbran como rayos y retumban como truenos que me embotan.
El miedo me paraliza, la angustia no me deja vivir.
No se que hacer.
Miro alrededor. Lo veo a El, dormido, como si nada pasara. Mi corazón da un vuelco y lo llamo, un grito que sale de lo más profundo.
Abre los ojos, mira alrededor, y aún tumbado me dice cobarde, reprocha mi falta de Fe. Me golpean sus palabras, lo miro ahí tumbado y creo entender lo que me dice.
Cobarde, así me llama el hijo de hombre, tranquilamente tumbado en la tormenta. Yo, bloqueado, sin saber que hacer, mientras la vida se me pasa, sin disfrutar la tormenta.
Tu... Tu abrazas la Vida, vives la tormenta. No dejas que el miedo te paralice, hay que embarcar y Tú embarcas, te lanzas al mar. No eres hijo del miedo, eres el Hijo del Dios Vivo, el Dios de la Vida...
Yo, paralizado por el miedo.
Tu, durmiendo tan tranquilamente. Porque te sabes Abrazado por el Padre. Porque cada bamboleo de la barca, es Su Mano, meciéndola cual vieja mecedora. Porque el rugido del viento es su Voz y cada gota de lluvia Su Caricia.
Yo veo la barca perderse entre las olas. Mi vida rota perdida en la tempestad, naciones enteras andando hacia el abismo, tu misma Iglesia en ocasiones zozobrando.
Tu eres la barca que no se hunde.
Increpas al viento y al lago. Se calman. Tu eres el que eres. La Palabra. El Hijo del Dios presente en todo, y que está más allá de todo.