En aquel tiempo, Pedro se puso a decir a Jesús: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más –casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones– y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros».

Cien veces mas

Hola Jesús,

Evangelio que es un cántico a todos los que se consagran a ti como sacerdotes, misioneros, monjas y un largo etcétera. Todos dejan su casa, sus hermanos para dedicarte exclusivamente a ti. Y es así, como dedicándose en exclusiva a ti, tienen un corazón y una maternidad universal. Son padres y madres de todos. Ellos y ellas sostienen la Iglesia. Especialmente las monjas de clausura que dedican su vida a rezarte para que Tú expandas tu gracia cómo quieras. ¡Qué fe más grande!

Por eso Jesús, hoy te pido especialmente por todos los consagrados y especialmente por los sacerdotes para que sean santos. Dicen que cuando un sacerdote iba a ver a Santa Teresa de Calcuta, lo único que les preguntaba era si cada día tenían 30 minutos de oración contigo. Decía que lo único importante de un sacerdote era que fuese santo. Y que para ello tenía que pasar mucho rato contigo. Que sean muy santos.

Te pido por todos para que sepan escuchar, sanar, amar y estar siempre abiertos al espíritu. Y te pido por mi para que los cuide especialmente y tenga detalles de cariño. Que cuidemos a nuestros sacerdotes como si fuesen nuestros hermanos mismos.

Pero sé Jesús que este Evangelio no es solo para ellos sino para todos los que te seguimos. No todos dejaremos nuestra casa o a nuestros hermanos, pero sí que tendremos que dejar otras cosas: como nuestro egoísmo, pereza o vanidad. Te pido para que siguiendo el ejemplo de todos los consagrados a ti, seamos igual de generosos estando en nuestro lugar.

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