Lucas 4, 24-30
Habiendo llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

Todo de un color maravilloso

Jamás te expulsaría de mi vida. Te acepto y te reclamo porque te quiero conmigo siempre. ¿Se cerrará el Cielo también para mí? No, por favor. Te necesito en mi vida porque eres quien le da toda la luz y el color. Contigo se llena de luz y color todo lo que hago y todo lo que me pasa. Es increíble. Contigo se acabaron los días grises, las caras serias, los porfinviernes y los quépalotía. Siento que me acompañas en lo que hago, y por eso puedo sonreír, y despertar a los lunes con alegría sincera. Qué privilegio estrenar una semana en la que quiero poner en primer lugar el tú. De entrada decir sí, de entrada mirar a los ojos, de entrada escuchar con interés, de entrada dar las gracias, de entrada pedir permiso, de entrada disculpar. ¡Qué vida más gozosa! Disfrutar del regalo de tener amigas, de estar con personas, tener trabajo o del privilegio de poder estudiar, tener familia, mirar al Cielo y confiar en alguien que es real y me ama locamente. Pues no todas las lágrimas son amargas, y a las raíces profundas no llega la escarcha.

¡Las que están lejos, Jesús! Las que viven a la intemperie y tienen frío. Las que no conocen el calor de tu abrazo. Has de llegar a ellas, Señor. Hemos de llegar a ellas. Quiero hacerlo pero muchas veces soy cobarde. Me cuesta salir de mi entorno cómodo, y me necesitan los que no te conocen, o conociéndote no te han descubierto de verdad. Estás deseando cruzarte en sus vidas de nuevo y sé que me necesitas para tocarles el corazón de nuevo. Dame un amor contagioso, dame la inconsciencia de lanzarme y ser valiente.

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