Escuchar "Lunes, 25 de abril de 2022"
Síntesis del Episodio
Mc 16,15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
Al mundo entero.
A toda la creación.
Id.
Este es el gran deseo del Resucitado.
Este es tu más íntimo anhelo Jesús.
Que te conozcan.
Que se bauticen para formar parte de tu familia.
Para que sean hermanos.
Para que se reconozcan hijos.
Para que la creación entera cante.
Tu envío Jesús, el que haces a tus discípulos, el que haces a todo aquel que quiere escucharte, consiste en esto: ser reflejo de tu abrazo.
Hace una semana te veíamos abrazando.
Clavado en una cruz.
Elevado y con los brazos extendidos.
El signo concreto de tu abrazo eterno.
Y desde hace unos días solo podemos sonreír ante la potencia de este abrazo. De tu abrazo.
Y no nos lo podemos callar.
Que injusto es que nos lo callemos.
Hemos descubierto el abrazo. Nos lo has regalado.
Te has hecho el despistao y has querido encontrarte conmigo.
Y he llorado al reconocerte partiendo y partiéndote en el pan.
He saltado y me he lanzado al agua como Pedro loco de la emoción.
Mi corazón también ha ardido cuando me ibas explicando cada una de las cosas que tenía que vivir para recibir este abrazo.
Como María también he intentado retenerte y hacer mío el misterio. Y como a María también a mí me has dicho, "suelta".
Y ahora me escoges y me envías.
Aunque sabes la que voy a liar.
A pesar de que me siga costando confiar.
A pesar de mis dudas.
Del jaleo que es mi día a día.
Porque quieres. Me escoges. Me envías.
Para el mundo. Para tu creación.
Para no callar.
Para que siendo crucificado pueda yo también ser signo de ese abrazo.
Para abrazar.
Para resucitar.
Para guardar en mi carne las marcas de los clavos.
Para guardar y proclamar al mundo tu herencia: la vida eterna.
Y lo único que me dices es que esté tranquilo.
Que no depende de mí.
Que ya está.
"Ve y verás"
Pues eso, el cielo aguarda.
Cristo nos envía.
¿Qué esperas?
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
Al mundo entero.
A toda la creación.
Id.
Este es el gran deseo del Resucitado.
Este es tu más íntimo anhelo Jesús.
Que te conozcan.
Que se bauticen para formar parte de tu familia.
Para que sean hermanos.
Para que se reconozcan hijos.
Para que la creación entera cante.
Tu envío Jesús, el que haces a tus discípulos, el que haces a todo aquel que quiere escucharte, consiste en esto: ser reflejo de tu abrazo.
Hace una semana te veíamos abrazando.
Clavado en una cruz.
Elevado y con los brazos extendidos.
El signo concreto de tu abrazo eterno.
Y desde hace unos días solo podemos sonreír ante la potencia de este abrazo. De tu abrazo.
Y no nos lo podemos callar.
Que injusto es que nos lo callemos.
Hemos descubierto el abrazo. Nos lo has regalado.
Te has hecho el despistao y has querido encontrarte conmigo.
Y he llorado al reconocerte partiendo y partiéndote en el pan.
He saltado y me he lanzado al agua como Pedro loco de la emoción.
Mi corazón también ha ardido cuando me ibas explicando cada una de las cosas que tenía que vivir para recibir este abrazo.
Como María también he intentado retenerte y hacer mío el misterio. Y como a María también a mí me has dicho, "suelta".
Y ahora me escoges y me envías.
Aunque sabes la que voy a liar.
A pesar de que me siga costando confiar.
A pesar de mis dudas.
Del jaleo que es mi día a día.
Porque quieres. Me escoges. Me envías.
Para el mundo. Para tu creación.
Para no callar.
Para que siendo crucificado pueda yo también ser signo de ese abrazo.
Para abrazar.
Para resucitar.
Para guardar en mi carne las marcas de los clavos.
Para guardar y proclamar al mundo tu herencia: la vida eterna.
Y lo único que me dices es que esté tranquilo.
Que no depende de mí.
Que ya está.
"Ve y verás"
Pues eso, el cielo aguarda.
Cristo nos envía.
¿Qué esperas?
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