Escuchar "Lunes, 22 de abril de 2024"
Síntesis del Episodio
Jn (10, 1-10): Yo soy la puerta de las ovejas.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
—————-
Hace un día maravilloso, todo está tranquilo. Tan solo escucho a las ovejas y el suave piar de los pájaros que descansan en los árboles. Así durante todo el día. Cada día.
Me empieza a molestar un poco el sol del medio día y me alejo unos metros del rebaño para almorzar algo de pan bajo la sombra de un árbol. Estoy en ello cuando oigo un murmullo de gente. Suena lejano pero desde luego que son muchos los que vienen. ¿Dónde irá toda esta gente ahora?
Al poco aparece un numeroso grupo de personas. Todos parecen seguir a un hombre que, para mi sorpresa, termina colocándose justo delante de mí, mientras el resto se va acomodando a mi lado. Me saludan y me sonríen… y pienso que esto es probablemente lo más extraño que me ha pasado y me pasará en todo el mes.
El hombre que guiaba al grupo, de repente, se da cuenta de mi presencia y me sonríe cálidamente. Me da un vuelco el corazón. ¿Le conozco? Diría que nunca antes le había visto pero su rostro me resulta muy familiar.
Cuando todos han hecho silencio, el hombre comienza a hablar. Le escuchan muy atentamente predicar… ¿sobre ovejas? ¡Qué casualidad! Miro a las mías que se han ido pradera arriba mientras escucho: pastor de ovejas que atienden a su voz, el que camina delante de ellas y estas le siguen.
Esta gente parece un poco desconcertada. ¡Pero yo se de esto! Cuánta razón tiene en cada palabra… ¿será pastor también? Me distraigo pensando sobre esto un momento cuando, de repente escucho:
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Mi corazón late rápidamente. ¿Qué está pasando? Me pongo nervioso. Es como si esas palabras no las hubiese escuchado con los oídos… sino que han retumbando dentro de mí. No se explicarlo, no se qué está pasando. Siento la presión en el pecho de sus palabras. Me agitan bruscamente.
No puedo apartar la ojos. Él me mira fijamente mientras dice:
“He venido para que tengan vida”.
Reconozco su voz, su calidez. De alguna manera se ha colado en mi corazón, como si hubiese una puerta por la que solo esa voz pudiera entrar. Como si llevase toda la vida esperándole sin saberlo, preparando un hueco para este momento.
¿Qué locura es esta? ¿Entonces no es un pastor? ¿Y a qué se refiere con lo de la puerta?
No puedo quedarme sin saberlo, no puedo quedarme quieto. Me ha llamado.
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
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Hace un día maravilloso, todo está tranquilo. Tan solo escucho a las ovejas y el suave piar de los pájaros que descansan en los árboles. Así durante todo el día. Cada día.
Me empieza a molestar un poco el sol del medio día y me alejo unos metros del rebaño para almorzar algo de pan bajo la sombra de un árbol. Estoy en ello cuando oigo un murmullo de gente. Suena lejano pero desde luego que son muchos los que vienen. ¿Dónde irá toda esta gente ahora?
Al poco aparece un numeroso grupo de personas. Todos parecen seguir a un hombre que, para mi sorpresa, termina colocándose justo delante de mí, mientras el resto se va acomodando a mi lado. Me saludan y me sonríen… y pienso que esto es probablemente lo más extraño que me ha pasado y me pasará en todo el mes.
El hombre que guiaba al grupo, de repente, se da cuenta de mi presencia y me sonríe cálidamente. Me da un vuelco el corazón. ¿Le conozco? Diría que nunca antes le había visto pero su rostro me resulta muy familiar.
Cuando todos han hecho silencio, el hombre comienza a hablar. Le escuchan muy atentamente predicar… ¿sobre ovejas? ¡Qué casualidad! Miro a las mías que se han ido pradera arriba mientras escucho: pastor de ovejas que atienden a su voz, el que camina delante de ellas y estas le siguen.
Esta gente parece un poco desconcertada. ¡Pero yo se de esto! Cuánta razón tiene en cada palabra… ¿será pastor también? Me distraigo pensando sobre esto un momento cuando, de repente escucho:
“Yo soy la puerta de las ovejas”.
Mi corazón late rápidamente. ¿Qué está pasando? Me pongo nervioso. Es como si esas palabras no las hubiese escuchado con los oídos… sino que han retumbando dentro de mí. No se explicarlo, no se qué está pasando. Siento la presión en el pecho de sus palabras. Me agitan bruscamente.
No puedo apartar la ojos. Él me mira fijamente mientras dice:
“He venido para que tengan vida”.
Reconozco su voz, su calidez. De alguna manera se ha colado en mi corazón, como si hubiese una puerta por la que solo esa voz pudiera entrar. Como si llevase toda la vida esperándole sin saberlo, preparando un hueco para este momento.
¿Qué locura es esta? ¿Entonces no es un pastor? ¿Y a qué se refiere con lo de la puerta?
No puedo quedarme sin saberlo, no puedo quedarme quieto. Me ha llamado.
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