Lunes, 2 de mayo de 2022

02/05/2022 5 min
Lunes, 2 de mayo de 2022

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Síntesis del Episodio

Jn 6,22-29:
Después que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el lago.

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio, donde habían comido el pan sobre el que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:

- «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»

Jesús les contestó:

- «Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.»

Ellos le preguntaron:

- «Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?»

Respondió Jesús:

- «La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.»

Llevo hambriento desde que tengo memoria.
Tampoco es que me haya faltado nunca de nada.
Simplemente tengo hambre.
Durante años creí que era hambre de ser mayor. Hambre de poder decidir mi propia vida.
Hambre de libertad sin responsabilidad.
Con el tiempo, me di cuenta de que esto no era del todo real.
Seguía con hambre.
De fiesta igual. O de noche. O de amigos.
O de miradas. O de un gesto de cariño.
Tenía hambre y vivía frustrado.
Porque la libertad que me habían ofrecido estaba vacía.
Porque la aparente libertad que liberaba lo único que hacía era esclavizar más.
Y darme más hambre, por supuesto.
Y así he vivido. Me acostumbré al hambre.
Volvía una y otra vez a la ventanilla de la comida rápida. Sin ganas. Por simple rutina.
Semana de curro acabada. Finde para desahogar.
Semana cumplida. Finde para disfrutar de lo que realmente quiero hacer...
Y me preguntaba ¿de verdad es esto?
Pero el ruido ensordecedor impedía que la pregunta me cuestionara demasiado.
Y claro que no era eso.
Pero fue ahí.
Atiborrado de todo.
Lleno de promesas vacías. De esas que se escurren entre los dedos porque no hay nada que agarrar.
Justo ahí. Me encontraste.  Me saciaste.
Con un pan. Con el alma rendida.
Con el cuerpo roto. Ahí.
Te pregunté una y otra vez, "Maestro, ¿cuando has venido aquí?"
Y me hablaste del alimento que sacia.
De la vida llena. La que se entrega hasta darlo todo.
Te pregunté algo de trabajar. Sobre lo que tengo que hacer.
Y me respondiste: "cree en mí"
Y, desde entonces, saciado, vivo así. Creyendo.
Sin entender.
A pesar del frío. A pesar de las dudas.
A pesar del miedo.
Sencillamente, creo.