Lc 10,1-9:
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

-La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el reino de Dios».

¡Poneos en camino!
¡Vamos!¡vamos!¡vamos!

Jesús, tu mirada va de un lado a otro.
Buscas un guiño de complicidad, un asentimiento de cabeza, un deseo profundo del corazón, una sed inagotable, una rebeldía... cualquier cosa para que el que tienes delante se ponga en camino.

Diriges tu mirada hacia cada rostro que te rodea. Ves a los 12, a tus 12. Esos que llevan desde el principio. ¡Cuántas cosas habéis vivido juntos! Parece que fue ayer cuando te preguntaron ¿dónde vives? O cuándo aquellos hermanos decidieron dejarlo todo sin saber muy bien lo que les esperaba. ¡Vaya 12! ¡Cuántas cosas vividas!¡Cuántas cosas por vivir!
No puedes evitar una sonrisa.
Sigues mirando... empiezas a fijarte en uno, en otro, en este de aquí y en el que está un poco más lejos. Todos aguardando a que les digas algo.
Lo de hoy es gordo.
Además de los 12, hay otros 72 que se han encontrado con tu mirada y no han podido evitar caer rendidos.
Síes timidos, síes confiados, síes libres...
Cantidad de síes por los que seguro que vas a dar infinitas gracias a tu Padre.
Pero tienen que ser más.
Quieres más.
No te conformas con esto. Sé que no eres nada de números, pero los que hay, son pocos.
Cuánta sed tienes de nosotros Jesús.
No puedes evitarlo.
Hoy tu sed está a flor de piel. Se percibe. Cada uno de los que está contigo la percibe.
Esa sed lo es todo. Esa sed es la que dice: "poneos en camino".
Dad a conocer la vida que recibís. Una casa. No necesitas más. Una casa que sea fuente. Una casa que sea reflejo de la Vida. Una casa que sea Tu casa.
¿Alforja?¿Sandalias?¿Para qué?
Nos lo dejaste claro antes de salir.
Aguardad. Confiad. Vivid. Hablad del Padre.
¡Poneos en camino!
Mi sed es vuestra sed.
¡Qué no se pierda ninguno!

Eso es. Ninguno.
Van a venir momentos duros. También nos lo has dicho; cansancio, ampollas, lesiones, incomprensiones, portazos en las narices, miradas, burlas...
Pero quiero seguir ardiendo.
Mirar. Abrazar. Amar.
Ninguno.
No se puede perder ninguno.

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