Escuchar "Lunes, 15 de Febrero de 2021"
Síntesis del Episodio
Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes
Incapaz de resistirse
Hola Jesús,
Perdona, porque me hace gracia. Le encargas severamente que no diga nada, pero Jesús, es que no puede evitarlo. Cómo no va a decir nada, si lleva tanto tiempo esperando este momento.
Esta limpio. Te ha buscado, encontrado y has querido limpiarle, has querido salvarle.
No sé cómo te sentirías, enfado, decepción o si sonreirías cuando nadie te miraba al ver a tu Hijo salvado tan feliz, gritando y celebrando, pregonando a los cuatro vientos que Dios le salvado, que ya no es un apestado, que Tu amor le ha vuelto a dar un sentido a su vida que había perdido.
Buah. No sé por qué Jesús, pero lo imagino y me da vergüenza, porque yo soy ese leproso. Soy ese que te pide tantas veces "si quieres, puedes limpiarme". Solo que no exploto de alegría, no se me ilumina la mirada y me arde el corazón como al leproso, porque soy tan tonto que me he acostumbrado. Y mira que no me has limpiado una, sino mil veces. Me has salvado tantas veces que he perdido la cuenta, tantas que he llegado a perder conciencia de que Tú, el creador del mundo, me quieres salvar a mí. Sientes lástima Tú de mí.
No me dejes acostumbrarme Jesús. No soy necio, no voy a gritar cada vez que te encuentre, pero que mi corazón dentro de mí si lo haga, que mi sonrisa manifieste que Tú me has salvado, que sea como el leproso, incapaz de resistirme a la alegría de encontrarte, no gritando pero sí viviendo sabiendo esa gran verdad, que Tú cada día quieres que quede limpio.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes
Incapaz de resistirse
Hola Jesús,
Perdona, porque me hace gracia. Le encargas severamente que no diga nada, pero Jesús, es que no puede evitarlo. Cómo no va a decir nada, si lleva tanto tiempo esperando este momento.
Esta limpio. Te ha buscado, encontrado y has querido limpiarle, has querido salvarle.
No sé cómo te sentirías, enfado, decepción o si sonreirías cuando nadie te miraba al ver a tu Hijo salvado tan feliz, gritando y celebrando, pregonando a los cuatro vientos que Dios le salvado, que ya no es un apestado, que Tu amor le ha vuelto a dar un sentido a su vida que había perdido.
Buah. No sé por qué Jesús, pero lo imagino y me da vergüenza, porque yo soy ese leproso. Soy ese que te pide tantas veces "si quieres, puedes limpiarme". Solo que no exploto de alegría, no se me ilumina la mirada y me arde el corazón como al leproso, porque soy tan tonto que me he acostumbrado. Y mira que no me has limpiado una, sino mil veces. Me has salvado tantas veces que he perdido la cuenta, tantas que he llegado a perder conciencia de que Tú, el creador del mundo, me quieres salvar a mí. Sientes lástima Tú de mí.
No me dejes acostumbrarme Jesús. No soy necio, no voy a gritar cada vez que te encuentre, pero que mi corazón dentro de mí si lo haga, que mi sonrisa manifieste que Tú me has salvado, que sea como el leproso, incapaz de resistirme a la alegría de encontrarte, no gritando pero sí viviendo sabiendo esa gran verdad, que Tú cada día quieres que quede limpio.
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