Escuchar "Lunes, 1 de Febrero de 2021"
Síntesis del Episodio
Marcos 5, 1-10
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Con tu nombre en mis labios
Espíritu inmundo, sal de este hombre. Dilo otra vez, Jesús. Dilo otra vez que a ti te obedece. Expulsa de mí lo que me atormenta, las fuerzas que me poseen, que no son de Dios, y me hacen vivir entre las tumbas. Las tumbas del orgullo, del miedo a no acertar, del no considerarme valorada, del pensar que todo lo hago mal. Me atormenta vivir encadenada a la incertidumbre, a no saber si hablar o callar, si ser yo o ser otra que no soy, si cumplir las expectativas de los otros o seguir a mi conciencia.
Quiero ser fiel a lo que me has dado, agradecida a la herencia recibida en talentos y dones. Fiel a las personas buenas, a lo que aprendí de mis mayores, a mirar adentro y encontrar que estás ahí, dentro de mí, diciendo: “no te encadenes al después y al quizá. Fracasa conmigo, agarra la cruz, libera de lo falso a tus amigas, rompe con lo que esperan. Disfruta con tu fragilidad, no quieras dejar de serlo porque te quiero así para que me entiendas mejor. Tampoco de mí esperaban lo que fui. Me llevas dentro, no tengas miedo. No serías quien eres si no te dejara sentir tu debilidad.”
¿Cómo te llamas? No lo sé, Jesús. Mis padres me llaman Marga pero a veces no recuerdo ni cómo me llamo. ¿Cuál es mi nombre, Jesús? ¿Quién soy? ¿Qué soy para ti, Jesús? ¿Te gusta pronunciar mi nombre? Yo creo que cuando lo dices sonríes, que soy única para ti. Que pronunciar mi nombre te evoca un proyecto de vida plena, de satisfacción de haber creado un alma grande y bella. Me miras, dices mi nombre y no necesito escuchar nada mas. Sin más palabras lo dices todo. Di mi nombre, Jesús. Muchas veces, más todavía. Yo responderé diciendo el tuyo: Jesús. Y así sabremos uno del otro lo que nos queremos decir, ¿te parece? Con tu cruz en el bolsillo y tu nombre en los labios viviremos lo que venga, con toda el alma.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre». Y le preguntó: «¿Cómo te llamas?» Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Con tu nombre en mis labios
Espíritu inmundo, sal de este hombre. Dilo otra vez, Jesús. Dilo otra vez que a ti te obedece. Expulsa de mí lo que me atormenta, las fuerzas que me poseen, que no son de Dios, y me hacen vivir entre las tumbas. Las tumbas del orgullo, del miedo a no acertar, del no considerarme valorada, del pensar que todo lo hago mal. Me atormenta vivir encadenada a la incertidumbre, a no saber si hablar o callar, si ser yo o ser otra que no soy, si cumplir las expectativas de los otros o seguir a mi conciencia.
Quiero ser fiel a lo que me has dado, agradecida a la herencia recibida en talentos y dones. Fiel a las personas buenas, a lo que aprendí de mis mayores, a mirar adentro y encontrar que estás ahí, dentro de mí, diciendo: “no te encadenes al después y al quizá. Fracasa conmigo, agarra la cruz, libera de lo falso a tus amigas, rompe con lo que esperan. Disfruta con tu fragilidad, no quieras dejar de serlo porque te quiero así para que me entiendas mejor. Tampoco de mí esperaban lo que fui. Me llevas dentro, no tengas miedo. No serías quien eres si no te dejara sentir tu debilidad.”
¿Cómo te llamas? No lo sé, Jesús. Mis padres me llaman Marga pero a veces no recuerdo ni cómo me llamo. ¿Cuál es mi nombre, Jesús? ¿Quién soy? ¿Qué soy para ti, Jesús? ¿Te gusta pronunciar mi nombre? Yo creo que cuando lo dices sonríes, que soy única para ti. Que pronunciar mi nombre te evoca un proyecto de vida plena, de satisfacción de haber creado un alma grande y bella. Me miras, dices mi nombre y no necesito escuchar nada mas. Sin más palabras lo dices todo. Di mi nombre, Jesús. Muchas veces, más todavía. Yo responderé diciendo el tuyo: Jesús. Y así sabremos uno del otro lo que nos queremos decir, ¿te parece? Con tu cruz en el bolsillo y tu nombre en los labios viviremos lo que venga, con toda el alma.
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