Mt 4,12-17.23-25
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftali, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y él los curaba. Y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Trasjordania.


¿Y si la música sigue sonando?

Vuelta a la normalidad. Ha pasado navidad y todas las fiestas, y ya han venido los reyes. Ha sido la bomba... pero, otra vez, como cada año, vuelve esa sensación de que todo ha ido muy rápido. De que ha pasado y se ha acabado. Y vuelta a la normalidad, rutina, caras largas, agobio de exámenes y de acabar las entregas y los proyectos que se quedaron pendientes en el trabajo...

Vuelta a la normalidad, ¿o quizá no? ¿Ya se han acabado los regalos? ¿Ya se ha acabado el cariño familiar, el placer de cocinar para muchos y jugar con los sobrinos? ¿Se ha acabado el disfrutar de perder el tiempo con la gente que quieres y alargar la sobremesa? ¿De verdad? ¿Todo ha sido una ilusión pasajera? ¿o un mero oasis en medio del desierto que ahora toca seguir recorriendo? Creo que no.

Igual estos días, simplemente, se ha subido el volumen de la música. Igual, quizás, esa melodía del amor, la gratuidad y la sobreabundancia que recorre estos días esté realmente presente todo el año. Creo que si. La música suena siempre. La música del amor desmedido, de la sobreabundancia y la no medida siempre suena. Estos días hemos visto esa “luz que brilla en las tinieblas”. La luz de la orquesta nunca para de tocar. Me gustan mucho las fiestas que hemos vivido. Me enseñan a bailar con la música. A coger el ritmo. Aprender los pasos del baile de la vida verdadera. Y así, poder vivir siempre en Navidad y Reyes. Poder vivir siempre bailando, siguiendo el compás de esa melodía divina que recorre todos los días. Y, quizás, otros me miren como un loco. Quizás flipen porque paso los días bailando. Quizás les atraiga, o igual lo rechazan y tachan de chaladura. Pero me da igual. Yo solo quiero vivir al ritmo de tu música divina. Bailar esta melodía que hemos aprendido estos días. Que no se me olviden Jesús. Este año recuérdame los acordes, las segundas voces y pasos. Que siempre escuche la fiesta que tenéis montada los tres.

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