Escuchar "Jueves, 23 de mayo de 2024"
Síntesis del Episodio
Mc 14, 12a.22-25 • Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.
El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?"
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: "Tomad, este es mi cuerpo."
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
Y les dijo: "Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.
Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios."
El día ha sido largo y cansado.
Pero un día ofrecido al Padre tiene que ser así: entregado, vaciado...
Llego a casa y bajo todo el agotamiento estoy feliz, muy feliz. Hemos sanado enfermos, hemos predicado Tu Palabra, te hemos visto en la gente, sencillamente te he visto. ¡Qué regalo!
Tengo un poco de pan y algo de vino. En casa no faltarán nunca esas cosas, y tocará cenar.
Maestro, ya nunca volveré el vino igual. El vino es alianza, representa el sacrificio y el Espíritu Santo es capaz de hacerlo tu sangre derramada en las manos del hombre que entrega tu vida a Ti.
Pero además...
Que nos llamen disfrutones, porque no mienten. No se me va de la cabeza cada vez que veo una copa con vino: ¡el cielo será algo así!
Tú mismo lo dijiste: "no volveré a tomar del fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios".
El cielo tiene vino, ¡y qué vino debe haber! ¡Qué sabor! ¡Qué color! ¡Qué cuerpo y baile al moverlo en la copa!
No me gusta imaginar el Cielo porque ni me cabría en la cabeza ni seguro acierto. Estaría haciendo cielos a mi medida.
Pero habrá vino.
Te hiciste hombre y no te pusiste un disfraz. Disfrutaste de tu creación con tu cuerpo y te llevaste lo mejor que viste a casa.
Eres un disfrutón, y si quiero ser como Tú tengo que aprender a disfrutar igual de las cosas.
Tomo la copa: este vino es un poco sin más. Le doy un meneo y veo como las gotas remanecen a los lados, porque es vino viejo. Y al saborearlo, pues... bueno, maestro, es el vino que nos podemos permitir.
Pero hay un sabor escondido detrás. Un pregusto del vino nuevo. Una probada a lo que podría saber la nueva alianza en tu Reino.
Cierro los ojos para centrarme en ese sabor. Sabor de vida y paz. Matices de alegría, y un regusto a corazón ardiente. Pero fresco, con la frescura del Espíritu que da sabor al alma y color al mundo.
Doy gracias al Padre y me río en mi oración.
Solo Tú te esconderías detrás de algo tan casual... para que saboree lo eterno y pleno.
El primer día de los Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?"
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: "Tomad, este es mi cuerpo."
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
Y les dijo: "Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos.
Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios."
El día ha sido largo y cansado.
Pero un día ofrecido al Padre tiene que ser así: entregado, vaciado...
Llego a casa y bajo todo el agotamiento estoy feliz, muy feliz. Hemos sanado enfermos, hemos predicado Tu Palabra, te hemos visto en la gente, sencillamente te he visto. ¡Qué regalo!
Tengo un poco de pan y algo de vino. En casa no faltarán nunca esas cosas, y tocará cenar.
Maestro, ya nunca volveré el vino igual. El vino es alianza, representa el sacrificio y el Espíritu Santo es capaz de hacerlo tu sangre derramada en las manos del hombre que entrega tu vida a Ti.
Pero además...
Que nos llamen disfrutones, porque no mienten. No se me va de la cabeza cada vez que veo una copa con vino: ¡el cielo será algo así!
Tú mismo lo dijiste: "no volveré a tomar del fruto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios".
El cielo tiene vino, ¡y qué vino debe haber! ¡Qué sabor! ¡Qué color! ¡Qué cuerpo y baile al moverlo en la copa!
No me gusta imaginar el Cielo porque ni me cabría en la cabeza ni seguro acierto. Estaría haciendo cielos a mi medida.
Pero habrá vino.
Te hiciste hombre y no te pusiste un disfraz. Disfrutaste de tu creación con tu cuerpo y te llevaste lo mejor que viste a casa.
Eres un disfrutón, y si quiero ser como Tú tengo que aprender a disfrutar igual de las cosas.
Tomo la copa: este vino es un poco sin más. Le doy un meneo y veo como las gotas remanecen a los lados, porque es vino viejo. Y al saborearlo, pues... bueno, maestro, es el vino que nos podemos permitir.
Pero hay un sabor escondido detrás. Un pregusto del vino nuevo. Una probada a lo que podría saber la nueva alianza en tu Reino.
Cierro los ojos para centrarme en ese sabor. Sabor de vida y paz. Matices de alegría, y un regusto a corazón ardiente. Pero fresco, con la frescura del Espíritu que da sabor al alma y color al mundo.
Doy gracias al Padre y me río en mi oración.
Solo Tú te esconderías detrás de algo tan casual... para que saboree lo eterno y pleno.
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