Mt 6,7-15: Vosotros rezad así.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así:
Padre nuestro del cielo,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
danos hoy el pan nuestro,
perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido,
no nos dejes caer en tentación,
sino líbranos del maligno.
Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.


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Que no sea como los paganos.

Yo, que te sigo a donde vas, que escucho tus enseñas, que creo en Tu palabra, estoy lejos de ser pagano. Me comparas con ellos para que vea que puedo convertirme en uno, si no tengo cuidado.
Pero no pasará.

¿Sabes una cosa, Jesús? Has acertado una vez más sobre mi. Yo creo que se rezar...

O espera.
Creo que se cómo orar, lo llevo haciendo toda la vida. Sé qué pedirte y cómo darte gracias.
Pero... sí se me llena el corazón de palabras. Con esta comparación me dices que deje a Dios hablarme.

El Señor ya sabe lo que necesito, me conoce más que yo mismo y aunque quiera contarle todo, no puedo dejarle sin palabra.

Si mi tarea es dejarme hacer, eso empieza escuchando aquello que me quiere decir.
Tú no puedes moldear mi corazón si no te dejo. Tú no puedes decirme que me amas si no me detengo a escucharte.
No puedo escuchar la verdad en Ti si creo que yo ya tengo.

Y entonces comienzas con el "Padre Nuestro".

Mis hermanos y yo tenemos un mismo Padre.

Santifico tu nombre, te rendimos gloria a Ti.

Anhelo el reino, el cielo y, aspirando a ello, quiero querer seguir tu voluntad. Aquí, y no en otro sitio.
Aquí es dónde me has querido, donde tu plan se realiza, valiéndote de mi.

Pido tu pan, no el que me puedo procurar de mis fuerzaa, sino el pan de Tu vida, Tu cuerpo, aquello de lo que mi alma vive y puede estar cerca tuyo.

Pido perdón; soy un pecador que intenta acercarse a Ti, que intenta convertirse un poco todos los días.
Reconozco mis faltas, quiero purificarme y amar a los demás como Tú me amas, perdonándolos también por sus faltas.

Ya he caído en la tentación, conozco la sensación y, por eso, te pido que me ayudes a evitar caer otra vez.

Solo no puedo, pero si Tú me ayudas, no caeré.

Tus cumples tus promesas: líbrame del mal.
En él no estás Tú.

Yo quiero elegirte cada día y buscarte en la belleza que hay en mí, y la que existe en el mundo que me rodea.

Lo has creado Tú para mi.

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